Mi vida es como una obra
de teatro, en la que soy
actor secundario y el apuntador miente
al público y a los actores principales
y ambos, se dejan engañar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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4 Comentarios

  1. NdAlfonso

    No se trata de una formulación intelectual, ya que lo ha escrito un poeta.
    Procede con sencillez: constata lo que está siendo su vida y lo dice
    con las palabras necesarias, imprescindibles. No juega, no exagera,
    no espera comprensión ni piedad: simplemente nos dice lo que hay.

    Es el actor secundario —y no el protagonista— de una perversa representación
    donde todos —el público y los otros actores, ya no hay nadie más— mienten
    al dejarse engañar.

    Queda en el aire la pregunta más siniestra: ¿quién es el apuntador, por qué
    miente? La segunda pregunta es más bien desconcertante: ¿por qué
    todos, sin excepción, se dejan engañar por el apuntador?

    ndalfonso

    Responder
  2. NdAlfonso

    ¿Ni uno sólo de los actores principales intenta salir de la mentira generalizada,
    ni un sólo espectador se pone de parte de la verdad?

    Quizá lo más terrible sea precisamente ese acuerdo común de todos, sin
    excepciones ni fisuras.

    Queda implícito que el poeta, un personaje secundario, más bien un testigo
    sin relevancia alguna, impotente, es el único que conoce el funcionamiento
    inducido y mentiroso de la totalidad de la representación.

    Aunque el poeta no lo diga, sino que sea sólo una conclusión posible,
    se trata de un régimen infernal o, mejor, del régimen infernal más puro.

    ndalfonso

    Responder
  3. NdAlfonso

    Y si me pongo en el lugar del poeta, tengo que imaginarlo esperando
    siempre lo inesperado: que cualquiera de los actores, o cualquier persona
    del público, le haga una señal, aunque se trate solamente de una mirada
    que se prolonga, o de un gesto con cierta intención, incluso aunque sean
    una mirada o un gesto sólo ambiguos, equívocos, pero por lo menos
    capaces de sostener una posible complicidad.

    Tal vez sólo una frase o una respuesta equivocada o inoportuna en la
    réplica de alguno de los actores, que así desobedece al apuntador.
    Un carraspeo o una tosecita de alguien del público en uno de los momentos
    importantes de la obra.

    Puedo imaginar al poeta insomne, desvelado, deseando con toda su alma
    que la tos o la réplica equivocada sean el principio de algo, de eso que
    lleva esperando desde hace tantos años: la primera —y aún tímida—
    aparición de la verdad o, por lo menos, un error, un vacío en la mentira
    absoluta.

    ndalfonso

    Responder
  4. NdAlfonso

    En definitiva, en suma, salvando todas las distancias que haya que salvar,
    ¿no se trata de una situación que tiene algún parecido con la de una
    persona que espera la llegada del amor, de alguien con quien pueda sentirse
    cómplice en una verdad compartida?

    ¿No se trata de la búsqueda, a veces muy dura y larguísima, que los habitantes
    de la intemperie interminable no pueden eludir, la búsqueda de un amor
    que sea —por fin— verdadero, de una verdad amorosa o, mejor, de una
    persona que sea verdadera y a la que puedan amar?

    ndalfonso

    Responder

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