por favor

 

Se van muriendo uno tras otro

como en las películas de náufragos

o de aviones estrellados en neveros incógnitos.

Sucumbió el portero de fútbol catequístico

y el bailarín de valses bajo la luz periódica de un faro

y el estudiante que sueña

un verano arqueológico en Egipto

y el insensato que sufre por unos ojos

que eran una sucursal del Cantábrico

y el posible profesor de español en Colorado.

Ahora está agonizando -es evidente- el aspirante a gran poeta

y no vivirá mucho el montañero que conoce por sus nombres

todas las aguas de Belagua y Zuriza.

No sé cuáles serán los supervivientes definitivos,

los miguel d’ors que lleguen a la última secuencia

-que según los antiguos es el paso de un río-,

pero le pido al Cielo que en aquel grupo esté, por favor,

el muchacho que una tarde,

mirándote mirar el escaparate de la librería Quera

en la calle Petritxol de Barcelona,

empieza a enamorarse de ti como un idiota.

 

 

 

 

 

Miguel d’Ors

 

De “Hacia otra voz más pura

 

 

 

 

 

 

 

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