opinión: la libertad

 

 

 

Se trata de la libertad del personal, de la libertad que puede verse —o no verse—

como una costumbre hermosa y pública de los ciudadanos, aunque no sea, de ninguna

manera, un asunto natural ni espontáneo, porque la libertad no crece como el pelo, ni

se improvisa como el jazz.

 

Fue un fetiche de gran prestigio cuando nadie podía ser libre y los ciudadanos

la deseaban y soñaban con ella como si fuese una experimentada amante. El personal,

entonces, tenía el perrenque de la libertad, pero cuando pudieron ser libres se cagaron

patas abajo y empezaron a imitarse unos a otros, más bien desconcertados.

 

Ahora mismo, hoy en día, actualmente, no hay ni un solo tipo que sea libre, en el

sentido que nos interesa, aunque pueda parecer una afirmación excesiva. Algunos ciudadanos

están más sueltos, o tienen algún prejuicio de menos, o son algo más histriónicos de carácter,

manifestaciones que no tienen relación alguna con la difícil y sabrosa libertad.

 

El interés por el tema de la libertad ha disminuido hasta casi desaparecer: como si,

de pronto, nos hubiéramos dado cuenta de que no era lo que habíamos pensado o creído,

como si ya no tuviese la forma o la imagen o las posibilidades que le habíamos atribuido.

Se hizo problemática y dejó de atraernos porque ya no sabíamos qué era eso de la libertad,

que se había convertido en un asunto ingrato que más bien nos desafiaba y que se había

puesto en nuestra contra.

 

Pero, ¿realmente existe eso que se llama libertad?

 

 

 

 

 

 

 

 

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