El fotógrafo de los amores más cotidianos ha puesto su ventana indiscreta sobre esta pareja
humana de dos, que podrían ser —aunque
no lo sepan todavía— la princesa y el príncipe, azules
el uno del otro, porque ya casi se puede oler cómo los abismos y los vértigos que
los separan
están ardiendo, y él es abogado, y ella una trabajadora muy social, o quizá al revés, pero el que
sea abogado de los dos no
tiene compasión ni compromiso, y sólo sabe resolver los problemas
con amenazas y violencia, y el que sea el trabajador social se vuelve
tan empático ante cualquier
necesidad prójima que no puede ni respirar, como una madre infinita.

Y de pronto, de súbito, de repente, el que sea abogado se siente por completo un trabajador
muy social y no necesita amenazas ni
violencia, y el trabajador muy social pierde la compasión
y el compromiso, y ninguno de los dos puede recordar las cosas que creía
más importantes, y
los dos sienten toda la tragedia que llevaban en la sangre desde siempre, sin saberlo, y se sienten
raros y estúpidos
como los personajes de una serie de televisión, y todo este asunto les parece
increíble, imposible, como despertar del sueño feo en el
que se había convertido su vida, su realidad.

Y cada uno sabe que el otro es el sitio donde las cosas tienen todavía sentido, y donde no hay
solamente miedo todo el tiempo.

– ¿Qué quieres? Ver como eres por dentro.  

– ¿Y si no hay mañana? Hoy no lo ha habido.

– Soy un usuario, nunca planeo. Soy un sindicato, sólo sé luchar.

– No soy fuerte. Sólo tengo algunas trampas para cuando todo se hace

imposible.

– Nunca le doy a nadie tiempo para pensar. A todos se nos acaba el

tiempo.

– La gente siempre recuerda a la cantante. Pero todo el mundo puede

bailar.

La moraleja dice que el amor no busca la igualdad, sino que la crea; la ciencia

—eso es, la ciencia psicoanalítica— llama a eso simbiosis, cuando el amor hace que dos
sean —realmente— uno, aunque suceda, en general, por poco tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RAINDROPS KEEP FALLING IN MY HEAD

 

Gotas de lluvia siguen cayendo sobre mi cabeza,
igualito que el tipo cuyos pies sobresalen de su cama.
Nada parece encajar.
Esas gotas de lluvia caen sobre mi cabeza.

Así que estuve hablándole al sol
y le dije que no me gusta el modo en que hace las cosas.
Me duermo en el trabajo.
Esas gotas de lluvia caen sobre mi cabeza, siguen cayendo.

Aunque hay una cosa que sé.
El blues que me envían para reconocerme no me vencerá.
No pasará mucho tiempo hasta que la felicidad se acerque a saludarme.

Gotas de lluvia caen sobre mi cabeza,
pero eso no significa que se enrojezcan mis ojos.
LLorar no es lo mío.
Porque nunca detendré la lluvia quejándome.
Como soy libre,
nada me importa.

No pasará mucho tiempo hasta que la felicidad se acerque a saludarme.

Gotas de lluvia caen sobre mi cabeza,
pero eso no significa que se enrojezcan mis ojos.
LLorar no es lo mío.
Porque nunca detendré la lluvia quejándome.
Como soy libre,
nada me importa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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