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Hay una erudición del conocimiento, que es propiamente lo que se llama

erudición, y hay una erudición del entendimiento, que es lo que se llama cultura.

Pero hay también una erudición de la sensibilidad.

La erudición de la sensibilidad nada tiene que ver con la experiencia de la vida.

La experiencia de la vida nada enseña, lo mismo que la historia nada informa. La

verdadera experiencia consiste en restringir el contacto con la realidad y aumentar

el análisis de ese contacto. Así, la sensibilidad se ensancha y profundiza, porque en

nosotros está todo; basta que lo busquemos y lo sepamos buscar.

¿Qué es viajar, y para qué sirve viajar? Cualquier ocaso es el ocaso; no es

menester ir a verlo a Constantinopla. ¿La sensación de liberación que nace de los

viajes? Puedo sentirla saliendo de Lisboa hacia Bemfica305, y sentirla más

intensamente que quien va de Lisboa a la China, porque si la liberación no está en

mí, no está, para mí, en ninguna parte. «Cualquier carretera», ha dicho Carlyle,

«hasta esta carretera de Entepfuhl, te lleva hasta el fin del mundo.» Pero la

carretera de Entepfuhl, si se la sigue toda, hasta el final, vuelve a Entepfuhl; de

modo que el Entepfuhl, donde ya estábamos, es ese mismo fin del mundo que

íbamos a buscar.

Condillac comienza su libro célebre, «Por más alto que subamos y más bajo

que bajemos, nunca salimos de nuestras sensaciones». Nunca desembarcamos de

nosotros. Nunca llegamos a otro sino otrándonos mediante la imaginación sensible

de nosotros mismos. Los verdaderos paisajes son los que nosotros mismos

creamos, porque así, siendo dioses de ellos, los vemos como verdaderamente son,

que es como han sido creados. No es ninguna de las siete partidas del mundo la

que me interesa y puedo verdaderamente ver; la octava partida es la que recorro y

es mía.

Quien ha cruzado todos los mares ha cruzado tan sólo la monotonía de sí

mismo. Ya he cruzado más mares que todos. Ya he visto más montañas que las que

hay en la tierra. He pasado ya por ciudades más que existentes, y los grandes ríos

de ningunos mundos han fluido, absolutos, bajo mis ojos contemplativos. Si

viajase, encontraría la copia débil de lo que ya había visto sin viajar.

En los países que visitan los demás, los visitan anónimos y peregrinos. En los

países que he visitado, he sido, no sólo el placer oculto del viajero desconocido,

sino la majestad del rey que allí reina, y el pueblo cuya costumbre allí habita, y la

historia entera de aquella nación y de las demás. Los mismos paisajes, las mismas

casas, yo los he visto porque los he sido, hechos en Dios con la substancia de mi

imaginación.

 

 

 

Há uma erudição do conhecimento, que é propriamente o que se chama

erudição, e há uma erudição do entendimento, que é o que se chama cultura. Mas

há também uma erudição da sensibilidade.

A erudição da sensibilidade nada tem a ver com a experiência da vida. A

experiência da vida nada ensina, como a história nada informa. A verdadeira

experiência consiste em restringir o contacto com a realidade e aumentar a análise

desse contacto. Assim a sensibilidade se alarga e aprofunda, porque em nós está

tudo; basta que o procuremos e o saibamos procurar.

Que é viajar, e para que serve viajar? Qualquer poente é o poente; não é

mister ir vê-lo a Constantinopla. A sensação de libertação, que nasce das viagens?

Posso tê-la saindo de Lisboa até Benfica, e tê-la mais intensamente do que quem vá

de Lisboa à China, porque se a libertação não está em mim, não está, para mim, em

parte alguma. «Qualquer estrada», disse Carlylé, «até esta estrada de Entepfuhl, te

leva até ao fim do mundo.» Mas a estrada de Entepfuhl, se for seguida toda, e até ao

fim, volta a Entepfuhl; de modo que o Entepfuhl, onde já estávamos, é aquele

mesmo fim do mundo que íamos a buscar.

Condillac começa o seu livro célebre, «Por mais alto que subamos e mais baixo

que desçamos, nunca saímos das nossas sensações». Nunca desembarcamos de

nós. Nunca chegamos a outrem, senão outrando-nos pela imaginação sensível de

nós mesmos. As verdadeiras paisagens são as que nós mesmos criamos, porque

assim, sendo deuses delas, as vemos como elas verdadeiramente são, que é como

foram criadas. Não é nenhuma das sete partidas do mundo aquela que me interessa

e posso verdadeiramente ver; a oitava partida é a que percorro e é minha.

Quem cruzou todos os mares cruzou somente a monotonia de si mesmo. Já

cruzei mais mares do que todos. Já vi mais montanhas que as que há na terra.

Passei já por cidades mais que as existentes, e os grandes rios de nenhuns mundos

fluíram, absolutos, sob os meus olhos contemplativos.

Se viajasse, encontraria a cópia débil do que já vira sem viajar.

Nos países que os outros visitam, visitam-nos anónimos e peregrinos. Nos

países que tenho visitado, tenho sido, não só o prazer escondido do viajante

incógnito, mas a majestade do Rei que ali reina, e o povo cujo uso ali habita, e a

história inteira daquela nação e das outras. As mesmas paisagens, as mesmas

casas eu as vi porque as fui, feitas em Deus com a substância da minha imaginação.

 

 

 

Libro del desasosiego

Fernando Pessoa

Traducción del portugués, organización,

introducción y notas de Ángel Crespo

Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Barcelona (España)

Edición especial para Ediciones de Bolsillo, S. A.

 

Livro do Desassossego

Fernando Pessoa

Composto por Bernardo Soares,

ajudante de Guarda-livros na cidade de Lisboa

Formatado pelo grupo Papirolantes

 

 

 

 

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