206

Hacer una obra y reconocerla mala después de hecha es una de las tragedias de mi alma.

Sobre todo es grande cuando se reconoce que esa obra es la mejor que se podía hacer.

Pero al ir a escribir una obra, saber de antemano que tiene que ser imperfecta y fracasada; al estar escribiéndola, estar viendo que

es imperfecta y fracasada: esto es el máximo de la tortura y de la humillación del espíritu.

No sólo de los versos que escribo siento que no me satisfacen, sino que sé que los versos que estoy para escribir tampoco me satisfarán.

Lo sé filosóficamente, como carnalmente, por una entrevisión oscura y gladiolada.

¿Por qué escribo entonces? Porque, predicador que soy de la renuncia, no he aprendido todavía a practicarla plenamente.

No he aprendido a abdicar de la tendencia al verso y la prosa.

Tengo que escribir como cumpliendo un castigo. Y el mayor castigo es el de saber que lo que escribo resulta enteramente fútil, fracasado

e inseguro.

De niño, escribía ya versos. Entonces escribía versos muy malos, pero los creía perfectos.

Nunca más volveré a sentir el placer falso de producir obra perfecta.

Lo que escribo hoy es mucho mejor. Es mejor, incluso, que lo que podrían escribir los mejores.

Pero está infinitamente por debajo de lo que yo, no sé por qué, siento que podía —o tal vez que debía— escribir.

Lloro por mis versos malos de la infancia como por un niño muerto, un hijo muerto, una última esperanza que desapareciese.

Posterior a 1914

Fazer uma obra e reconhecê-la má depois de feita é uma das tragédias da alma.

Sobretudo é grande quando se reconhece que essa obra é a melhor que se podia fazer.

Mas ao ir escrever uma obra, saber d’antemão que ela tem de ser imperfeita e falhada; ao está-la escrevendo estar vendo que ela é

imperfeita e falhada — isto é o máximo da tortura e da humilhação do espírito.

Não só dos versos que escrevo sinto que me não satisfazem, mas sei que os versos que estou para escrever me não satisfarão, também.

Sei-o tanto filosoficamente, como carnalmente, por uma entrevisão obscura e gladiolada.

Por que escrevo então?

Porque, pregador que sou da renúncia, não aprendi ainda a executá-la plenamente.

Não aprendi a abdicar da tendência para o verso e a prosa. Tenho de escrever como cumprindo um castigo.

E o maior castigo é o de saber que o que escrevo resulta inteiramente fútil, falhado e incerto.

Em criança escrevia já versos. Então escrevia versos muito maus, mas julgava-os perfeitos.

Nunca mais tornarei a ter o prazer falso de produzir obra perfeita.

O que escrevo hoje é muito melhor. É melhor, mesmo, do que o que poderiam escrever os melhores.

Mas está infinitamente abaixo daquilo que eu, não sei por quê, sinto, que podia — ou talvez seja, que devia — escrever.

Choro sobre os meus versos maus da infância como sobre uma criança morta, um filho morto, uma última esperança que se fosse.

Fernando Pessoa

Del español:

Libro del desasosiego 206

Título original: Livro do Desassossego

© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984

© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Segunda edición

Del portugués:

Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares

© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises

© Editora Brasiliense

2ª edición


 

 

 

 

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