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Nunca más volviste
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Nunca más volviste,
Daniel.
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Desde entonces ya no hubo patio
ni baúles con especias,
ni la luz posó sus labios
en los membrillos del aparador.
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Y en vez de tu cuerpo fue la fiebre,
la humedad,
el tremendo cansancio
fluyendo de los frascos de perfume.
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Por la tarde se me cala el cabello
en un charco de polvo.
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Por la noche agrietaba con los nudillos
el ventanal de mi cuarto.
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Almudena Guzmán
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Nunca más volviste
De «El libro de Tamar»
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