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Ni las cumbres sublimes ni los ríos

que no han sido ensuciados por los hombres;

ni los palacios ni las blancas ruinas

de los templos antiguos, ni los dioses

de mármol o bronce, iguales todos,

ni la alada victoria ni un bugatti,

y menos aún la música y el baile,

con sus amanerados sacerdotes:

ninguna de esas cosas y de otras

tan admiradas por los más sensibles

y que tienen que ver con el buen gusto

me proporciona una emoción profunda.

Si acaso, los hangares en desuso,

las estaciones fuera de servicio,

el laberinto de las fundiciones,

el brumoso extrarradio, un descampado

en el que sólo puede comprenderse

la perpleja tristeza de los hombres,

y los ríos que arrastran su miseria,

oscuros, majestuosos y solemnes,

y las descomunales escombreras.

 

 

 

 

 

Andrés Trapiello


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Días y noches

S.L.U. Espasa Libros

Madrid, 2000

 


 

 

 

 

 

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