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Gente fuera de lugar

Demasiado mar. Ya hemos visto suficiente mar.

Al atardecer, cuando el agua se extiende pálida

y esfumada en la nada, el amigo la mira

y yo miro al amigo y no habla ninguno.

A la noche terminamos recluidos en el fondo de una taberna,

aislados en el humo, y bebemos. El amigo tiene sus sueños

(son un poco monótonos los sueños junto al rumor del mar)

donde el agua es no más que el espejo, entre una isla y otra,

de colinas, jaspeadas de flores salvajes y cascadas.

Su vino es así. Se contempla, mirando el vaso,

alzando colinas de verde sobre el mar plano.

Las colinas me vienen; y lo dejo hablar del mar

porque es un agua tan clara que muestra hasta las piedras.

Veo solo colinas y me colman el cielo y la tierra

con las líneas firmes de los flancos, lejanas o cercanas.

Sólo que las mías son ásperas y estriadas de viñas

trabajosas en el suelo quemado. El amigo las acepta

y las quiere vestir de flores y de frutos salvajes

para descubrirles riendo muchachas más desnudas que los frutos.

No es preciso: en mis sueños más ásperos no falta una sonrisa.

Si mañana temprano nos ponemos en camino

hacia aquellas colinas, podremos encontrar por las viñas

alguna oscura muchacha, quemada por el sol,

y, dándole charla, comerle un poco de uva.

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Gente spaesata


Troppo mare. Ne abbiamo veduto abbastanza di mare.

Alla sera, che l’acqua si stende slavata

e sfumata nel nulla, l’amico la fissa

e io fisso l’amico e non parla nessuno.

Nottetempo finiamo a rinchiuderci in fondo a una tampa,

isolati nel fumo, e beviamo. L’amico ha i suoi sogni

(sono un poco monotoni i sogni allo scroscio del mare)

dove l’acqua non è che lo specchio, tra un’isola e l’altra,

di colline, screziate di fiori selvaggi e cascate.

Il suo vino è così. Si contempla, guardando il bicchiere,

a innalzare colline di verde sul piano del mare.

Le colline mi vanno, e lo lascio parlare del mare

perché è un’acqua ben chiara, che mostra persino le pietre.

Vedo solo colline e mi riempiono il cielo e la terra

con le linee sicure dei fianchi, lontane o vicine.

Solamente, le mie sono scabre, e striate di vigne

faticose sul suolo bruciato. L’amico le accetta

e le vuole vestire di fiori e di frutti selvaggi

per scoprirvi ridendo ragazze più nude dei frutti.

Non occorre: ai miei sogni più scabri non manca un sorriso.

Se domani sul presto saremo in cammino

verso quelle colline, potremo incontrar per le vigne

qualche scura ragazza, annerita di sole,

e, attaccando discorso, mangiarle un po’ d’uva.

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Cesare Pavese

Trabajar cansa

Mondadori, 1969

Traducción de J. Aulicino

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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