detrás del perejil

Detrás del perejil, entre el sol y la sombra,

he encontrado petróleo: es un pozo pequeño,

del tamaño de una mancha grande de aceite o

del pelo una niña a gatas que esparce sus cabellos

delante de ella para secarlos al sol, más o menos,

y es delicado, es peligroso perforarlo: a los lados

están las cloacas que son como burbujas de la muerte.

El petróleo es un frío sueño de otoño derramado

en la tierra fría con unas pobres chispas azules

volando en la lluvia: eso es lo que dicen los de la Shell,

pero yo me lo imagino como una cabellera de hierba

en el agua, más tierno al atardecer, limpio como el viento.

Está como de pie sobre su sombra y a menudo

a punto de gritar: no es una idea pura, es petróleo, y

va sorbiendo los colores de la tarde hasta que se los bebe

y se duerme como un niño después del vaso de leche.

La oscuridad es un poco más lenta que la luz,

por eso parece mala o tonta y por eso se esconde.

Justo detrás del perejil, entre el sol y la sombra,

donde el tío Ernesto dormía la siesta en verano, allí mismo.


 

 

 

 

 

 

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