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uno escribe en el viento

Que por qué, que hasta cuándo, que si voy a dormir noventa meses,

que moriré sin obra, que el mar se habrá perdido.

Pero yo soy el mar, y no me llamo arruga

ni volumen de nada.

Crezco y crezco en el árbol que va a volar. No hay libro

para escribir el sol. ¿Y la sangre? Trabajo

será que me encuadernen el animal. Poeta

de un tiro: guerrillero.

Me acuerdo, tú te acuerdas, todos nos acordamos

de la galaxia ciega desde donde vinimos

con esta luz tan pobre a ver el mundo.

Vinimos, y eso es todo.

Tanto para eso, madre, pero entramos llorando,

pero entramos llorando al laberinto

como si nos cortaran el origen. Después

el carácter, la guerra.

El ojo no podría ver el sol

si él mismo no lo fuera. Cosmonautas, avisen

si es verdad esa estrella, o es también escritura

de la farsa.

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Uno escribe en el viento: ¿para qué las palabras?

Árbol, árbol oscuro. El mar arroja lejos

a los pescados muertos. Que lean a los otros.

A mí con mis raíces.

Con mi pueblo de pobres. Me imagino a mi padre

colgado de mis pies y a mi abuelo colgado

de los pies de mi padre. Porque el minero es uno,

y además venceremos.

Venceremos. El mundo se hace con sangre. Iremos

con las tablas al hombro. Y el fusil. una casa

para América hermosa. Una casa, una casa.

Todos somos obreros.

América es la casa: ¿dónde la nebulosa?

Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo

para nacer. Ni estrella ni madre que me alumbre

lúgubremente solo.

Mortal, mortuorio río. Pasa y pasa el color,

sangra y sangra mi pueblo, corre y corre el sentido.

Pero el dinero pudre con su peste las aguas.

Cambiar, cambiar el mundo.

O dormir en el átomo que hará saltar el aire en cien mil víboras

cráter de las ciudades bellamente viciosas.

Cementerio volante: ¿dónde la realidad?

Hubo una vez un niño.

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Gonzalo Rojas


Uno escribe en el viento

De Materia de testamento

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rojas 

 


 

 

 

 

 

 

 

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