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nuestra primera casa en Sacramento
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Ahora lo veo con más claridad — incluso por entonces
los días tenían fecha. Tras la primera semana
en la casa que habíamos amueblado
con lo que les sobraba a otros, apareció una noche
un hombre con un bate de béisbol. Y lo alzó.
Pero yo no era el hombre que él creía.
Al final, logré convencerle.
Lloró de frustración cuando dejó
de sentir ira. Nada de aquello tenía que ver
con la beatlemanía.
A la semana siguiente, los amigos
del bar en el que todos nos emborrachábamos
trajeron a casa a otros amigos suyos
y jugamos al poker.
Le hice perder el dinero de la compra
a un desconocido. Se puso a discutir con su mujer.
Lleno de frustración,
atravesó de un puñetazo la pared de la cocina.
Luego, también él desapareció de mi vida
para siempre.
Cuando dejamos aquella casa
en la que nada iba bien,
nos fuimos a medianoche
con un camión de alquiler y una linterna.
Quién sabe lo que se les pasaría por
la cabeza a los vecinos
al ver a una familia trasladarse
en mitad de la noche.
La linterna moviéndose tras las ventanas
sin cortinas. Sombras deslizándose
de habitación en habitación,
metiendo sus cosas en cajas.
He visto de primera mano
lo que puede hacerle a un hombre la frustración.
Puede hacerle llorar, romper una pared
de un puñetazo. Puede llevarle a soñar
con una casa que sea suya
al final de una larga carretera. Una casa
llena de música, calma, generosidad.
Una casa en la que aún no vive nadie.
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Our first house in Sacramento
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This much is clear to me now — even then
our days were numbered. After our first
week
in the house that came furnished
with somebody else’s things, a man
appeared
one night with a baseball bat. And raised it.
I was not the man he
thought I was.
Finally, I got him to believe it.
He wept from frustration after his
anger
left him. None of this had anything to do
with Beatlemania. The next week
these friends
of ours from the bar where we all drank
brought friends of theirs to
our house —
and we played poker.
I lost the grocery money
to a stranger. Who
went on to quarrel
with his wife. In his frustration
he drove his fist through the
kitchen wall.
Then he, too, disappeared from
my life forever.
When we left that
house where nothing worked
any longer, we left at midnight
with a U-Haul
trailer and a lantern.
Who knows what passed through
the neighbors’minds
when they saw a family
leaving their house
in the middle of the night?
The lantern moving behind the
curtainless
windows. The shadows going
from room to room,
gathering their
things into boxes. I saw firsthand
what frustration can do to a man.
Make him
weep, make him throw his fist
through a wall. Set him to dreaming
of the house
that’s his
at the end of the long road. A house
filled with music, ease, and
generosity.
A house that hasn’t been lived in yet.
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Raymond Carver
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Todos nosotros
Poesía reunida
S. L. Bartleby Editores
2006, 3ª edición
Velilla de San Antonio
Selección, traducción y prólogo de Jaime Priede
Original: Collected poems
The Harvill Press
Londres 1996
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