384

En el alto yermo de los montes naturales tenemos, cuando llegamos, la sensación del privilegio. Somos más altos, de toda nuestra estatura,

que lo alto de los montes. Lo máximo de la Naturaleza, por lo menos en aquel lugar, nos queda bajo las plantas de los pies. Somos, por

posición, reyes del mundo visible. En torno a nosotros todo es más bajo: la vida es una cuesta que baja, una planicie que yace ante la elevación

y la cima que somos. Todo en nosotros es accidente y malicia, y esta altura que tenemos, no la tenemos; no somos más altos, en lo alto, que

nuestra altura. Aquello mismo que pisamos nos eleva; y si somos altos, es por aquello mismo de lo que somos más altos.

Se respira mejor cuando se es rico; se es más libre cuando se es célebre; el propio tener un título de nobleza es un pequeño monte.

Todo es artificio, pero el artificio ni siquiera es nuestro. Subimos a él, o nos han llevado hasta él, o nacemos en la casa del monte.

Grande, sin embargo, es el que considera desde el valle al cielo o desde el monte al cielo; la distancia que es diferencia no crea diferencia.

Cuando el diluvio creciese estaríamos mejor en los montes. Pero cuando la maldición de Dios fuese de rayos, como la de Júpiter, de vientos,

como la de Eolo, el abrigo sería el que no hubiéramos subido, y la defensa el arrastrarnos. Sabio de veras es el que tiene la posibilidad de la

altura en los músculos y la negación de subir en el conocimiento. Él tiene, por visión, todos los montes; y tiene, por posición, todos los valles.

El sol que dora las cimas, las dora para él más [que] para quien allí lo sufre; y el palacio alto entre florestas será más bello para el que lo

contempla desde el valle que para el que lo olvida en las salas que le hacen de prisión.

Con estas reflexiones me consuelo, puesto que no puedo consolarme con la vida. Y el símbolo se me funde con la realidad cuando, transeúnte

de cuerpo y alma por estas calles bajas que van a dar al Tajo, veo las alturas claras de la ciudad resplandecer, como la gloria ajena /de las luces

variadas de un sol que ya no está en el poniente.


14-4-1930

No alto ermo dos montes naturais temos, quando chegamos, a sensação do privilégio. Somos mais altos, de toda a nossa estatura,

do que o alto dos montes. O máximo da Natureza, pelo menos naquele lugar, fica-nos sob as solas dos pés. Somos, por posição,

reis do mundo visível. Em torno de nós tudo é mais baixo: a vida é encosta que desce, planície que jaz, ante o erguimento e o píncaro

que somos. Tudo em nós é acidente e malícia, e esta altura que temos, não a temos; não somos mais altos no alto do que a nossa altura.

Aquilo mesmo que calcamos, nos alça; e se somos altos, é por aquilo mesmo de que somos mais altos.

Respira-se melhor quando se é rico; é-se mais livre quando se é célebre; o próprio ter de um título de nobreza é um pequeno monte.

Tudo é artifício, mas o artifício nem sequer é nosso. Subimos a ele, ou levaram-nos até ele, ou nascemos na casa do monte.

Grande, porém é o que considera que do vale ao céu ou do monte ao céu,’a distância que é diferença não faz diferença. Quando o dilúvio

crescesse, estaríamos melhor nos montes. Mas quando a maldição de Deus fosse raios, como a de Júpiter, de ventos como a de Èolo,

o abrigo seria o não termos subido, e a defesa o rastejarmos.

Sábio deveras é o que tem a possibilidade da altura nos músculos e a negação de subir no conhecimento. Ele tem, por visão, todos

os montes; e tem, por posição, todos os vales. O sol que doura os pincaros, dourá-los-á para ele mais [que] para quem ali o sofre;

e o palácio alto entre florestas será mais belo ao que o contempla do vale que ao que o esquece nas salas que o constituem de prisão.

Com estas reflexões me consolo, pois que me não posso consolar com a vida. E o simbolo funde-se-me com a realidade quando, transeunte

de corpo e alma por estas ruas baixas que vão dar ao Tejo — vejo os altos claros da cidade esplender, como a glória alheia, das luzes

várias de um sol que já nem está no poente.

 

 

 

 

 

 

 

Fernando Pessoa

Del español: 

Libro del desasosiego 384

Título original: Livro do Desassossego

© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984

© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Segunda edición

Del portugués:

Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares

© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises

© Editora Brasiliense

2ª edición

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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