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Recita Roberto Plural, el Aguacero
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Jordan Pulmones
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Sin palabras de amor, dulcemente, el viejísimo
Jordan Pulmones se está muriendo en su vagón,
sosegado, sin saberlo, dejándose llevar
por el sabroso sueño de la siesta, mientras van
creciendo entre sus dedos las tiernas ortigas
de la muerte.
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Jordan Pulmones, ay, el mendigo que fue
camarada del general Archer, sí, cuando entonces.
–Se muere dejándose arrullar, tumbado en el vagón
que ha sido su casa durante más de treinta años,
sucio y acogedor, con la luna y las estrellas pintadas
en el techo.
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Jordan, polaco y orgulloso, fue también pastelero
en Dresde, amante de los caballos y cazador de faisanes.
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La muerte lo mata despacio, con aromas de pastelería
en la boca: nata, vainilla, chocolate y canela. Va manchando
su piel con los tenues colores de la pólvora y de la vida.
La muerte ciñe su carne tomándole las medidas, acariciándole
los muslos y el cuello con mucha suavidad, tristemente.
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Jordan cabecea sin tropezar los engaños, templando y
sin caerse del cartel. Cambiando el viaje y tomando terrenos
contrarios, metiendo la cara y mirando alto, el viejísimo
Jordan Pulmones se entrega despacio, moderando la codicia,
cascabelero y con casta.
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La muerte oxida sus huesos, esparce oro y menta
alrededor del castigo y, cerrando con celo, se centra
para la última verificación: lo cita de frente y clava,
dejando su certificado sobre el raído chaleco de Jordan.
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Ay, Jordan Pulmones, que pudo ser director general
de la Esso, que conoció a Chaplin y al pequeño de los Lunetti.
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Hermoso como un atardecer sin cigüeñas, alto de palos
y ancho de sombrajo, Jordan inspiraba confianza y desdén:
pudo ser casi infinito.
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Paula Parcial
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Jordan Pulmones
De Cazador de faisanes, R. y P. Parcial, Las Parcialas
Ediciones Inéditos Definitivos
Zaragoza, 2008
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