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Valentín el Roto
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Perdió la cara al sentir de pronto el vacío,
todo el vacío ecuestre que llevaba dentro:
grande como una catedral de papel y
doloroso como un rincón clavando las espuelas.
“Cuánto daño me has hecho, mamá”,
pensó en voz baja.
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Despojado de flores, con las alas rotas
y sin cucharaditas de miel en el desayuno,
enseguida supo que estar vivo o muerto
no le importaba demasiado.
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Él ya no era él, sino un desgarrón del universo,
un agujero más de la capa de ozono,
una masiva inundación de crueldad y crimen.
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Necesitaba unos dientes de hombre,
una dentadura de armador: había aprendido
que lo que hagamos con nuestras vidas
depende de ciertos mordiscos.
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Se hizo dolido y duro: engendrando la cabeza
pensaba eléctricamente en hacer el mal sin pausas
y con estilo. Fue extraño, extraordinario y feroz.
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Los niños del barrio le cantaban a coro
una hermosísima canción con música del Fari:
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“El hombre exacto no tiene fantasías
el hombre feliz no tiene camisas
el hombre puro no tiene sombra”.
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Paula Parcial Parcial
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Valentín el Roto
De Cazador de faisanes, R. y P. Parcial, ‘Las Parcialas’
Ediciones Inéditos Definitivos,
Zaragoza 2008
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