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jar of pens


Sometimes the sight of them


Huddled in their cylindrical formation


Repels me: humble, erect,


Mute and expectant in their


Rinsed-out honey crock: my quiver


Of detached stingers. (Or, a bouquet


Of lies and intentions unspent.)

Pilots, drones, workers – the Queen is


Cross. Upright lodge


Of the toilworthy – gathered


At attention as though they know


All the ink in the world couldn’t


Cover the first syllable


Of a heart’s confusion.

This fat fountain pen wishes
In its elastic heart


That I were the farm boy


Whose illiterate father


Rescued it out of the privy


After it fell from the boy’s pants:


The man digging in boots


By lanternlight, down in the pit.


Another is straining to call back


The characters of the five thousand


World languages dead since 1900,


Curlicues, fiddleheads, brushstroke


Splashes and arabesques,


Footprints of extinct species.


The father hosed down his boots


And leaving them in the barn


With his pants and shirt


Came into the kitchen,


Holding the little retrieved


Symbol of symbol-making.


O brood of line-scratchers, plastic


Scabbards of the soul, you have


Outlived the sword – talons and


Wingfeathers for the hand.

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el tarro de los bolígrafos

Algunas veces simplemente el verlos

apiñados en su cilíndrica formación

me repele: humildes, erectos,

mudos y expectantes en su

enjuagada jarra de miel: mi carcaj

de desprendidos aguijones. (O un ramillete

de mentiras y de intenciones sin usar).

Pilotos, zánganos, obreros. La Reina está

molesta. La logia vertical

de los que trabajan duro, reunidos

en posición de firmes como si creyeran

que toda la tinta del mundo sería suficiente

para cubrir la primera sílaba

de toda la confusión de un corazón.

Esta gruesa estilográfica desearía

con todo su elástico corazón

que yo fuera un chico de granja

cuyo padre analfabeto

la rescata del retrete

tras haberse caído del pantalón del chico:

el hombre escarbando con sus botas

a la luz de un farol, ahí abajo en la fosa.

Otra pluma se esfuerza en recobrar

los caracteres de las miles

de lenguas del mundo que han muerto desde 1900,

florituras, espirales, salpicaduras

de pincel y arabescos:

las huellas de unas especies extinguidas.

El padre le da un manguerazo a las botas

y tras dejarlas en el granero

junto al pantalón y la camisa

entra en la cocina,

sosteniendo el pequeño y recuperado

símbolo de la confección de símbolos.

Oh, camada de rascadores de líneas,

vainas de plástico para el alma, habéis

durado más que las espadas—vosotras,

las garras y las alas de las manos.

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Robert Pinsky

El tarro de los bolígrafos

Música del golfo, Farrar, Straus and Giroux, New York, 2007

Ginza Samba: poemas escogidos

Editorial vaso roto, 2014

Traducción de Andrés Catalán

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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