seamus heaney
100 poemas
un sofá en los cuarenta
c. 2000
traducción: andrés catalán
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a sofa in the forties
All of us on the sofa in a line, kneeling
Behind each other, eldest down to youngest,
Elbows going like pistons, for this was
a train
And between the jamb-wall and the
bedroom door
Our speed and distance were inestimable.
First we shunted, then we whistled,
then
Somebody collected the invisible
For tickets and very gravely punched it
As carriage after carriage under us
Moved faster, chooka-chook, the sofa
legs
Went giddy and the unreachable ones
Far out on the kitchen floor began to
wave.
*
Ghost-train? Death-gondola? The carved,
curved ends,
Black leatherette and ornate gauntness
of it
Made it seem the sofa had achieved
Flotation. Its castors on tiptoe,
Its braid and fluent backboard gave it
airs
Of superannuated pageantry:
When visitors endured it, straight-backed,
When it stood off in its own remoteness,
When the insufficient toys appeared on
it
On Christmas mornings, itself,
Potentially heavenbound, earthbound for
sure,
Among things that might add up or let you
down.
*
We entered history and ignorance
Under the wireless shelf. Yippee-i-ay,
Sang ‘The Riders of the Range’. Here is
the news,
Said the absolute speaker. Between him and us
A great gulf was fixed where pronunciation
Reigned tyrannically. The aerial wire
Swept from a treetop down in through
a hole
Bored in the windowframe. When it
moved in wind,
The sway of language and its furtherings
Swept and swayed in us like nets in water
Or the abstract, lonely curve of distant
trains
As we entered history and ignorance.
*
We occupied our seats with all our might,
Fit for the uncomfortableness.
Constancy was its own reward
already.
Out in front, on the big upholstered arm,
Somebody craned to the side, driver or
Fireman, wiping his dry brow with the air
Of one who had run the gauntlet. We were
The last thing on his mind, it seemed; we
sensed
A tunnel coming up where we’d pour
through
Like unlit carriages through fields at
night,
Our only job to sit, eyes straight ahead,
And be transported and make engine
noise. [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]
un sofá en los cuarenta
Todos juntos en fila en el sofá, arrodillados
unos detrás de otros, del mayor al más joven,
los codos como pistones, pues esto era un tren
y entre el muro del hogar y la puerta
del dormitorio
la velocidad y la distancia se salían de
los cálculos.
Primero cambiábamos de vía, luego
pitábamos, luego
alguien hacía de revisor y recogía los
billetes
invisibles y muy seriamente los picaba
mientras un vagón tras otro debajo de
nosotros
aceleraba, chuu-chuu, las patas del sofá
producían vértigo, y los que se quedaban
fuera
lejos desde la cocina hacían gestos de
despedida.
*
¿Tren fantasma? ¿Góndola fúnebre?
Los extremos curvos,
labrados, el cuero sintético negro y su
ornamentada adustez
hacían que el sofá pareciera haber adquirido
flotabilidad. Las ruedecitas como puestas
de puntillas
y el tablero entorchado y armonioso le daban
un aire
de decadente magnificencia:
cuando las visitas lo sufrían, con la espalda
recta,
cuando se quedaba relegado a su propia
lejanía,
cuando los insuficientes juguetes aparecían
sobre él
las mañanas de Navidad, se presentaba como
lo que era,
presumiblemente destinado al cielo, terrestre
desde luego,
entre otras cosas que podrían cuadrar o
defraudarte.
*
Entramos en la historia y la ignorancia
bajo el estante inalámbrico. Yupi-yupi-ei,
cantaban «Los jinetes de la sierra».
Ahora las noticias,
decía el rotundo locutor. Entre él y nosotros
se extendía un gran abismo donde la
pronunciación
reinaba tiránicamente. El cable de la antena
descendía desde la copa de un árbol a través
de un agujero
taladrado en el marco de la ventana.
Cuando había viento
la oscilación del lenguaje y sus alejamientos
se arrastraban y se mecían en nosotros como
redes en el agua
o la abstracta, solitaria curva de unos trenes
distantes
según entrábamos en la historia y la ignorancia.
*
Ocupábamos nuestros asientos con todas
nuestras fuerzas,
preparados para la total incomodidad.
La constancia ya era en sí misma una recompensa.
Enfrente, sobre el gran brazo tapizado, alguien
estiraba el cuello hacia un lado, conductor o
bombero, limpiándose la frente seca con el gesto
de alguien que las ha pasado canutas.
Éramos
lo último de lo que se preocupaba, parecía;
sentíamos
que se acercaba un túnel por el que nos
precipitaríamos
como vagones sin luz a través de un paisaje
nocturno,
con la única tarea de permanecer sentados,
la mirada al frente,
y dejarnos transportar y hacer el ruido de
la locomotora.[/ezcol_1half_end]
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