sharon olds
la carencia
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La carencia
Esperé en el pasillo mientras su esposa
preparaba a mi padre para pasar la noche,
ajustaba el gotero, limpiaba la saliva
seca en las comisuras de sus labios,
comprobaba que la escupidera estuviese cerca
y el botón de llamar prendido a la sábana
como el chupete atado a las barras de la cuna.
Yo pensaba en el gotero, en la palanca de acero en la cama,
en el botón, la escupidera, la luz. Siempre lo
vi como un objeto en un mundo
de objetos porque no hablaba,
a veces durante una semana,
hacía sólo esas señas: sus dedos rígidos,
incluido el pulgar, se abrían y cerraban
como un pico: Mujeres parloteando; si golpeaba
su frente: Estúpidas mujeres
que destruyen tu mente. Yo había dejado
de esperar que me hablara sinceramente
antes de morir. Aguardé junto a
la enfermería donde las madres dejan
los ramos de ores cuando se llevan sus bebés a casa.
Cuando ella salió de su cuarto estaba radiante: él le había
tomado sus manos y le agradeció todo lo que
había hecho por él durante veinte años
y después le había dicho Te quiero dedicar
el resto de mi vida.
The Want
I waited down the hall, while his wife
settled my father down for the night,
adjusting the drip, wiping the dried
saliva out of the corners of his mouth,
making sure that the cup for the mucus
was near him, and the call button pinned to the sheet
like a paci er tied to the bars of a crib.
I thought of the drip, the steel crank on the bed,
the call button, the cup, the light, I had
always known him as an object in the world
of objects because he would not speak,
sometimes, for a week,
but only make his signals – his fingers and
thumb stifly opening and closing
like a beak: Women yakking; the heel of his
hand beating his forehead: Women are so
stupid it destroys your mind. I had stopped
longing for him to address me from his heart
before he died. I waited next to the
nurses’ station, where the mothers leave
the bouquets when they take the baby home.
When she came out of his room she was shining – he had
taken her hands and thanked her for all
she had done for him for twenty years,
and then he had said I want to devote
the rest of my life to you.
Ernesto Hernández Busto
CUADERNO DE TRADUCCIONES [ PRIMAVERA ]
LOREM IPSUM
Barcelona, 2015
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