Rosie es una mujer fortísima y está llorando o como llorando tal vez de realidad: es un llanto

de realidad o por la realidad, que es amargo y más bien impersonal, es el llanto del amanecer

después de una borrachera, por ejemplo, cuando toda la realidad real –también la de uno mismo-

vuelve con la luz del día, que muestra la mezquindad de las cosas, y vuelve con la desintoxicación

del cerebro mental, que va empezando a procesar lo que hay.

Sufrimiento, impotencia y pérdida: tristeza y lágrimas.

El llanto de realidad es patético por inmotivado o excesivo –se podría decir- y también porque uno

se compadece de sí mismo, le duele que todo -incluyéndose él- sea tan mezquino, tan pobre,

tan poco, tan poca cosa: unos absurdos zapatos de tacón, un culo en el suelo de madera, un apretado

sujetador: no queda belleza ni magia y es muy difícil engañarse, escapar.

Uno se ve con la misma realidad que las cosas que le rodean: tan triste y exactamente real, tan solo

y aislado en su realidad como una grieta o un poco de sombra: todo el tiempo es presente, no sigue,

no va más allá, se acaba en el presente; y toda la presencia de las cosas es sólo la realidad que se ve,

no tienen nada más, se terminan en ellas mismas. Realmente, es para llorar a moco tendido.

 

 

 


 

 

 

 

 

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