un tango de los viejos tiempos

Cuando bailo contigo aquel tango siniestro que empieza Ven a mis brazos otra vez, olvida lo que pasó, me

siento una niña. ¡No somos nadie, hijo mío, nadie, absolutamente nadie, Eliacim querido! Con los cabellos plateados…

¡ Qué horror! La boca amarga… ¡Qué horror! La mirada muerta… ¡ Qué horror! Hijo, baila conmigo este tango, llévame

bien apretada contra ti, y canturrea por lo bajo esta letra repugnante que me devuelve la juventud y que me llena el

pecho de malas intenciones. Obedece a tu madre, hijo: que nadie pueda decir que me desobedeces.

 

 

 

 

 

Camilo José Cela

Mrs Caldwell habla con su hijo

Editorial Destino 2003

Barcelona

 

 

 

 


 

 

 

 

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