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Estaba oculta entre las arvejas, las aceitunas, las mariposillas.

Y vino Floro, Florencio, de visita. Era su tez muy oscura, y de

ella salían al parecer; flores como tizones. Todos le rodearon. Pero

las gallinas aún bajo la lluvia, ponen huevos, esos objetos de cal,

dentro de los cuales, se traman más carnes y más huesos. Un pío

pío fantasma atravesó las frondas. Aprovechando que los mayores

quedaron alienados con la visita, huí. Yo también quería poner

mis huevos. Al punto más cerrado del bosque, donde no bajaba

ni una gota, a buscar una gran canasta de flores. Y salieron camelias,

fijas, de loza, de organdí. Cálices estrechos y de color de rosa,

como licoreras. Y dalias de vidrios de colores.

Me senté yo también a empollar; mi cabello se desparramó

por el suelo. Pero me dormí, como siempre, con las alas plegadas.

Con los ojos abiertos.

 

 

 

 

Marosa di Giorgio


de La edad anaranjada

número 5

Colección Ave Roc

Fondo de Animal Editores

Ecuador, 2012 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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