Ahora bien, un domingo las ovejas dejaron de comer: tenían la cabeza colgada sobre el pasto y parecían dormidas.

El lunes igual, el martes ya no querían ni beber.

Pasó un mes y las piernas, hechas palillos, sustentaban el armazón vacío con los ojos que resbalaban sobre el hueso de la nariz.

Una tras otra cayeron al suelo y la lana se tornaba polvo al tocarla.

Filomena, todas las mañanas repite a su hijo tonto la historia de las treinta ovejas que ya no tiene

y él se queda escuchando con la boca abierta.

Tiene cuarenta años pero no los aparenta y no alcanza ni bigotes.

Para salvarlo de las mujeres que iban rondando en su cabeza desnudas y él se masturbaba todo el día, le dijeron que era

Caballero del Señor. Pero, ¿y la espada?

Hay que esperar a que caiga del cielo. Y él espera y, mientras, su mamá le repite la historia de las ovejas.

Allí cerca, donde acostumbran a sentarse, hay unas piedrotas blancas que se clavaron en los campos cuando explotó una montaña

bajo Perneara y del cielo llovió cualquier cosa.

Luego se levantan y se van hacia la casa.

Dicen que a veces las piedrotas blancas se arrastran sobre el pasto y se van tras ellos como si fuesen las ovejas muertas.

Tonino Guerra

Canto Cuarto

LA MIEL

poema

TRADUCCIÓN DE STEFANO STRAZZABOSCO

EDICIONES SIN NOMBRE

MÉXICO, 2004


 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

la no vida

 

sin espacio para la expresión
del dolor, —como hacen los artistas.

 

es posible

 

Es fácil y probable,
que al pasar los años, se desconozcan

 

belleza

 

Era tan guapa
que no llamaba
la atención