wallace stevens
crítica poética Addison de Witt
La Roca.Wallace Stevens. Lumen
[ezcol_2third] Nada más y nada menos que Wallace Stevens. El libro es «La roca», edita Lumen y realiza la traducción Daniel Aguirre.
La reseña la escribe Ainhoa Sáenz de Zaitegui. Buena parte de la reseña la constituyen los versos del poeta. No hay valor añadido. Sólo sabemos que Wallace es «Dios» pero no sabemos por qué. La referencia a Harold Bloom parece el argumento de más peso que se le ocurre, argumento que uno ya lee en la contraportada del propio libro.
La mala reseña de Ainhoa está en parte justificada esta vez.
Mientras que es fácil detectar cuando un poeta es malo, y también lo es cuando un poeta es brillante por retórica, en el caso de Stevens el tono muy moderado de su poesía última y la ausencia de fuegos artificiales provocan que el lector se quede absorto ante un poeta de esta calidad pero a la vez le cueste explicar en una primera lectura por qué Wallace Stevens es uno de los grandes poetas del siglo XX.
El libro que reseñamos esta semana es su último poemario.
Poco tiene que ver con el Stevens de «Harmonium» (1923), un primer libro publicado cuando el poeta tenía cuarenta cuatro años, de un estilo exultante y denso, pero en el que poeta ya da muestras de genialidad y de atrevimiento, como en su famosa e irónica «Invectiva contra los cisnes», poema que algunas de nuestras más excelsas figuras actuales de la poesía española no deben haber leído (como no han leído buena parte de la poesía contemporánea escrita fuera de nuestro país).
Es el síndrome de Benjamin Button el que aqueja a nuestra poesía oficialista, esa vuelta atrás como si el siglo XX no hubiera pasado.
Respecto a la traducción, tenemos dudas por lo que se refiere a no pocas palabras traducidas utilizando un lenguaje alejado del habla convencional que Wallace utiliza. Igualmente nos llama la atención el uso del hipérbaton en varias ocasiones, uso completamente alejado de la fluidez natural del verso de Stevens. Asimismo, el ritmo se separa demasiado de la cadencia del poeta americano.
«La Roca» apareció en 1954, un año antes de su fallecimiento, como el poemario inédito de su poesía completa, publicada por Knoff.
No fue, por tanto, un poemario publicado de manera individual sino el regalo del poeta a su obra completa. En su famoso ensayo «Notes toward a supreme fiction» el poeta había establecido las bases por las cuales la ficción de un Dios en el que ya no se podía creer podía ser sustituída por una «Ficción Suprema» con carácter de deidad. Tres características debían definir esa poesía con un objetivo tan elevado: la ficción debía de ser abstracta, debía de proporcionar placer y debería poder cambiar.
En «La Roca» se dan las tres características.
En primer lugar el lenguaje es absolutamente sencillo pero a la vez abundan los sustantivos abstractos.
En segundo lugar la lectura, aunque en ocasiones se hace compleja, siempre es placentera.
Y por último, el poeta habla desde un postura que, sin pretenderlo sino de manera natural, se asemeja a veces a la voz de un dios, capaz por tanto, del cambio.
El libro, que en su origen se divide en tres partes que en esta edición se sustituyen por ninguna, y como el propio poeta dice, fue escrito cuando tenía 70 años. El cambio de tono respecto a libros anteriores es evidente.
El impersonalismo que había dominado buena parte de la obra del poeta cambia en esta ocasión a un fuerte personalismo, incluso cuando el poeta juega con el sujeto poético. El estilo, como se ha comentado, es extremadamente sencillo: Stevens desnuda su poesía de retórica, las pocas veces que la utiliza es con enorme maestría («And the shadows of the trees / Are like wrecked umbrellas»), el léxico no es rebuscado y los adjetivos son pocos y bien elegidos. Y los poemas, en contra de la opinión de Ainhoa, se hacen más sencillos que en libros anteriores, ¿ha leído usted «Auroras de Otoño»?, aunque el grado de abstracción, palabras sencillas para pensamientos complejos en la línea que luego liderará John Ashbery, es elevado.
En general el poeta, a su avanzada edad, nos transmite la sensación de que sus recuerdos no existieron, en la línea de Yeats en su «The Circus Animals’ Desertion», sino que fueron creados por una supraconciencia, «la conciencia fantástica», para rellenar el vacío de la existencia.
En el poema que da título al libro, «La roca», una roca desolada, se resume la sensación sobre el vacío de la existencia que el poeta siente y su necesidad de encontrar una redención. Si la realidad puede ser un intento de escapar la nada mediante la «conciencia fantástica», la poesía, que aparece en la segunda parte del poema, puede ser el intento de escapar de la nada a través de la creación de significado. De esta forma, brotan los numerosos significados que el poeta comienza a darle a la roca y de esta manera el poema se convierte en constructor de la realidad. Como escribe en otro poema, «Dios y la imaginación son uno», y la contemplación, el mundo como una meditación, poema del mismo título del libro, nos dan una idea de una imaginación que va más allá de la imaginación humana. Una imaginación que, incluso cuando está ausente, «tiene que ser imaginada».
Así el poeta imagina una naturaleza pensativa, que con su pensamiento crea los objetos y por la noche los aparta de la existencia (en el poema «Looking across the fields and watching the birds fly»). Y en esos pensamientos y observaciones Wallace Stevens construye una poesía en la que sacar versos excepcionales como muestra es un ejercicio inútil porque cada palabra forma parte de una compleja arquitectura lírica y filosófica. No le hace falta.
«La roca» es un poemario que parece escrito desde un punto de vista privilegiado: «el poema que ocupó el lugar de una montaña». Esa posición privilegiada ayuda a crear el estado salvífico que para Stevens tiene la poesía. Aunque el subtítulo del poemario es una referencia temporal, «Setenta años después», el libro es una respuesta a la nada, «a cure of the ground», ante el vacío del tiempo después de la muerte, y también una respuesta al miedo al olvido, el olvido «beneath the dew». En uno de los últimos poemas escritos por Wallace, «El planeta en la mesa», el poeta se identifica con el Ariel judío, tranquilo en sus últimos días porque «ha escrito sus poemas». Setenta años después el tiempo ha perdido su importancia frente al poeta y sus versos.
«La roca» es una exhibición de talento y de capacidad de transmisión lírica. La poesía es desnuda, reflexiva y profundamente hermosa. Un enorme poeta, otro olvidado por el Nobel, cuya influencia sobre el postmodernismo es abrumadora.[/ezcol_2third][ezcol_1third_end][/ezcol_1third_end]
Valoración de «La roca»: 9 / 10
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