Werner Herzog’s letter to his cleaning lady:
la carta erudita, arrogante, tremenda de Werner Herzog
a la persona que le hace la limpieza.
Es obviamente una broma.
Tan broma es que se trata de una carta apócrifa.
carta a la mujer que hace la limpieza
Rosalina. Mujer.
Me insulta usted constantemente con su singular falta de visión. No lo olvide: hay belleza y una verdad esencial en todas las cosas. Desde la agonía de una gacela flechada hasta la sonrisa de un desposeído en la autopista. Pero la invisibilidad de algo no implica su falta de ser. Aunque los bebés simplones crean ingenuamente que la persona que tienen enfrente se desvanece cuando se tapan los ojos en el odioso juego de te veo y no te veo, es una falacia. Y lo mismo ocurre con el montón inadvertido de polvo que se acumula detrás de los estantes de DVD en la sala de juegos: también existe. Y es inaceptable.
Se lo digo, Rosalina, no como burla o amenaza sino como evocación de la dicha. La dicha de la nada, la dicha de lo real. Quiero que sea real en todo lo que hace. Si no puede ser real, es necesario que mantenga una apariencia de realidad. Una apariencia real de la falsa realidad, o “real”. He conquistado volcanes y visitado las amargas profundidades de los océanos de la tierra. Nada que haya presenciado, de la lava a los crustáceos, me dejó tan petrificado como la mugre apelmazada en la jabonerita de plástico del baño pequeño. La palabra náusea no es suficiente. Usted, en este sentido, no está siendo real.
Volvamos ahora a los horrores de la naturaleza. Me temo que es inevitable. La naturaleza no es algo que haya que mimar y aceptar y abrazar contra el pecho como una serpiente herida. Dígame, ¿qué había antes de que usted naciera? ¿Qué recuerda? Eso es la naturaleza. La naturaleza es un vacío. Algo vacío. La vacuidad. Y ya que hablamos del vacío, no estoy seguro de que esté usted usando correctamente la boquilla retráctil o ajustando la configuración de “barrido completo” al ocuparse de las alfombras verdes de la guarida. He encontrado algo de caspa allí.
No he escuchado sino dos canciones en toda mi vida. Una fue un aria de Wagner que toqué compulsivamente de mis 19 a mis 27 años, por lo menos 60 veces al día, hasta que la gente del pueblo me sacó de mi casa con horcas rudimentarias y antorchas encendidas. La otra era Dido. Ambas me horrorizan hasta el punto de la parálisis. Cada sacudida era como un pedazo de ladrillo contra mi alma. La música es inútil y dañina. Así que, por favor, si necesita entretenerse mientras organiza el reciclaje de la basura, absténgase de esa “radio pop” con la que me afrentó hace poco. Le recomendaría que recitara algunos versos afilados. De Goethe, tal vez. O Schiller. O cuando menos Shel Silverstein.
En cuanto a las cucharas, la situación se mantiene sin cambios. La mataré si veo una.
Es todo. No deje de creer que no es usted la mejor mujer que he conocido. Lo es. E incluyo en la lista a mi madre y a la esposa de Brad Dourif (la segunda, no la de esa cosa en el labio). Gracias por su atención y lo siento si partes de esta nota están manchadas. He estado llorando.
Su dinero está bajo la guillotina.
Herzog
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Rosalina. Woman
You constantly revile me with your singular lack of vision. Be aware, there is an essential truth and beauty in all things. From the death throes of a speared gazelle to the damaged smile of a freeway homeless. But that does not mean that the invisibility of something implies its lack of being. Though simpleton babies foolishly believe the person before them vanishes when they cover their eyes during a hateful game of peek-a-boo, this is a fallacy. And so it is that the unseen dusty build up that accumulates behind the DVD shelves in the rumpus room exists also. This is unacceptable.
I will tell you this Rosalina, not as a taunt or a threat but as an evocation of joy. The joy of nothingness, the joy of the real. I want you to be real in everything you do. If you cannot be real, then a semblance of reality must be maintained. A real semblance of the fake real, or “real”. I have conquered volcanoes and visited the bitter depths of the earth’s oceans. Nothing I have witnessed, from lava to crustacean, assailed me liked the caked debris haunting that small plastic soap hammock in the smaller of the bathrooms. Nausea is not a sufficient word. In this regard, you are not being real.
Now we must turn to the horrors of nature. I am afraid this is inevitable. Nature is not something to be coddled and accepted and held to your bosom like a wounded snake. Tell me, what was there before you were born? What do you remember? That is nature. Nature is a void. An emptiness. A vacuum. And speaking of vacuum, I am not sure you’re using the retractable nozzle correctly or applying the ‘full weft’ setting when attending to the lush carpets of the den. I found some dander there.
I have only listened to two songs in my entire life. One was an aria by Wagner that I played compulsively from the ages of 19 to 27 at least 60 times a day until the local townsfolk drove me from my dwelling using rudimentary pitchforks and blazing torches. The other was Dido. Both appalled me to the point of paralysis. Every quaver was like a brickbat against my soul. Music is futile and malicious. So please, if you require entertainment while organizing the recycling, refrain from the ‘pop radio’ I was affronted by recently. May I recommend the recitation of some sharp verse. Perhaps by Goethe. Or Schiller. Or Shel Silverstein at a push.
The situation regarding spoons remains unchanged. If I see one, I will kill it.
That is all. Do not fail to think that you are not the finest woman I have ever met. You are. And I am including on this list my mother and the wife of Brad Dourif (the second wife, not the one with the lip thing). Thank you for listening and sorry if parts of this note were smudged. I have been weeping.
Your money is under the guillotine.
Herzog
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