YERMA

 

Poema trágico en tres actos y seis cuadros

 

Personajes

 

Yerma
María
Vieja pagana
Dolores
Lavandera primera
Lavandera segunda
Lavandera tercera
Lavandera cuarta
Lavandera quinta
Lavandera sexta
Muchacha primera
Muchacha segunda
Hembra
Cuñada primera
Cuñada segunda
Mujer primera
Mujer segunda
Niños
Juan
Víctor
Macho
Hombre primero
Hombre segundo
Hombre tercero

 

 

 

Acto primero

CUADRO PRIMERO

 

Al levantarse el telón está Yerma dormida con un tabanque de costura a los pies.
La escena tiene una extraña luz de sueño. Un Pastor sale de puntillas, mirando fijamente a Yerma.
Lleva de la mano a un niño vestido de blanco. Suena el reloj.
Cuando sale el pastor, la luz azul se cambia por una alegre luz de mañana de primavera.
Yerma se despierta.

 

 

Voz (dentro)

CANTO
A la nana, nana, nana, a la nanita le haremos una chocita en el campo y en ella nos meteremos.

YERMA.Juan. ¿Me oyes? Juan.

JUAN Voy.

YERMA Ya es la hora.

JUAN ¿Pasaron las yuntas?

YERMA Ya pasaron todas.

JUAN Hasta luego. (Va a salir.)

YERMA ¿No tomas un vaso de leche?

JUAN ¿Para qué?

YERMA Trabajas mucho y no tienes tú cuerpo para resistir los trabajos.

JUAN Cuando los hombres se quedan enjutos se ponen fuertes, como el acero.

YERMA Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro.
Ahora tienes la cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría que fueras al río y nadaras,
y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses llevamos casados
y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés.

JUAN ¿Has acabado?

YERMA. (Levantándose.) No lo tomes a mal. Si yo estuviera enferma me gustaría que tú me cuidases.
«Mi mujer está enferma: voy a matar este cordero para hacerle un buen guiso de carne. Mi mujer está enferma:
voy a guardar esta enjundia de gallina para aliviar su pecho; voy a llevarle esta piel de oveja para guardar
sus pies de la nieve.» Así soy yo. Por eso te cuido.

JUAN. Y yo te lo agradezco.

YERMA. Pero no te dejas cuidar.

JUAN. Es que no tengo nada. Todas esas cosas son suposiciones tuyas. Trabajo mucho. Cada año seré más viejo.

YERMA. Cada año… Tú y yo seguiremos aquí cada año…

JUAN (Sonriente.) Naturalmente. Y bien sosegados. Las cosa de la labor van bien, no tenemos hijos que gasten.

YERMA. No tenemos hijos… ¡Juan!

JUAN. Dime.

YERMA. ¿Es que yo no te quiero a ti?

JUAN. Me quieres.

YERMA. Yo conozco muchachas que han temblado y lloraron antes de entrar en la cama con sus maridos.
¿Lloré yo la primera vez que me acosté contigo? ¿No cantaba al levantar los embozos de holanda?
¿Y no te dije: «¡Cómo huelen a manzana estas ropas!?

JUAN. ¡Eso dijiste!

YERMA. Mi madre lloró porque no sentí separarme de ella. ¡Y era verdad! Nadie se casó con más alegría.
Y sin embargo…

JUAN. Calla.

YERMA. Callo. Y sin embargo…

JUAN. Demasiado trabajo tengo yo con oír en todo momento…

YERMA. No. No me repitas lo que dicen. Yo veo por mis ojos que eso no puede ser… A fuerza de caer la lluvia
sobre las piedras éstas se ablandan y hacen crecer jaramagos, que las gentes dicen que no sirven para nada.
Los jaramagos no sirven para nada, pero yo bien los veo mover sus flores amarillas en el aire.

JUAN. ¡Hay que esperar!

YERMA. ¡Sí, queriendo! (Yerma abraza y besa al Marido, tomando ella la iniciativa.)

JUAN. Si necesitas algo me lo dices y lo traeré. Ya sabes que no me gusta que salgas.

YERMA. Nunca salgo.

JUAN. Estás mejor aquí.

YERMA. Sí.

JUAN. La calle es para la gente desocupada.

YERMA. (Sombría.) Claro.

 

 

 

 

(El Marido sale y Yerma se dirige a la costura, se pasa la mano por el vientre,
alza los brazos en un hermoso bostezo y se sienta a coser.)

 

¿De dónde vienes, amor, mi niño?
«De la cresta del duro frío.» (Enhebra la aguja)
¿Qué necesitas, amor, mi niño?
«La tibia tela de tu vestido.»
¡Que se agiten las ramas al sol
y salten las fuentes alrededor!

(Como si hablara con un niño.)

En el patio ladra el perro,
en los árboles canta el viento.
Los bueyes mugen al boyero
y la luna me riza los cabellos.
¿Qué pides, niño, desde tan lejos?

(Pausa)

«Los blancos montes que hay en tu pecho.»
¡Que se agiten las ramas al sol y salten las fuentes alrededor!

(Cosiendo)

Te diré, niño mío, que sí. Tronchada y rota soy para ti.
¡Cómo me duele esta cintura donde tendrás primera cuna!
¿Cuándo, mi niño, vas a venir?

(Pausa)

«Cuando tu carne huela a jazmín.
¡Que se agiten las ramas al sol y salten las fuentes alrededor!

 

 

(Yerma queda cantando.
Por la puerta entra María, que viene con un lío de ropa.)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir