agustín fernández mallo
carne de píxel
2008
XXXIV premio de poesía
ciudad de burgos
páginas 16-20
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[en algún lugar lo tengo escrito], las artes surgieron con el único propósito de anular el peso, y de entre todas la más sublime es la pareja. Tu portal, la calle, la cuesta. Hay en esta clase de despedidas una extraña antiley acuática [llorabas, llovía] que sumerge al Principio de Arquímedes y lo invalida. Nada hay más melancólico que una lengua de lava ladera abajo, ebria de destrucción y directa a la atrofia, sin embargo. Me sujetabas muy fuerte la mano, sin habla mirabas fijamente, la goma recogía tu pelo en otro territorio menos experimental, más conocido, mapa de cuerpos planos que copulan en la noche [qué hermética paradoja, qué miedo o soledad los maneja]. Ya no hay tu rostro porque no hay centro, no hay centro porque no hay fin, no hay fin porque fin es una palabra que ahora mismo no comprendo. Pesaba sobre tu cuerpo y el mío la terrible certeza de llegar siempre tarde a nosotros mismos: por eso nos los prestamos un día [y todo cuanto eso arrastra]. Después, las flores, los hoteles, las cartas, arquitectura de domingo extasiados en edificios feos de verano y costa, como decía aquella canción de Paraíso, hasta que circunvalamos la ciudad y me invitaste a un Lucky, a fuego, una noche de martes por primera vez sin objetivo, sin rumbo, rumbo era una palabra extraña, estorbaba, como el apéndice estorba al intestino, que lo atrofia, o la solución a la incógnita, que la deslía, hasta que llegamos a tu calle, llorabas, llovía, me cogiste fuerte mi mano, descubrimos sin palabras otra certeza: que ya nunca llegaríamos tarde el uno al otro, que cualquier próximo día podría esperar a ser el último y, sin embargo, había que elegir éste para decir adiós.[/ezcol_1half][ezcol_1half_end][/ezcol_1half_end]
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desconocías el Principio de Mínima Acción por el cual la luz [todo en general] busca el camino más rápido para viajar entre dos puntos. Circunvalamos la ciudad contradiciéndolo cuanto pudimos. Partíamos del fin; en realidad no nos movimos. Pasamos por delante de unas excavaciones [fibra óptica, cableado, comunicaciones Siglo21], e hice una broma acerca de aquella mujer y aquel hombre que encontraron abrazados en la excavación de Pompeya. La escena salía en Viaje a Italia: los descubrieron mientras filmaban. Ingrid Bergman también entonces se había echado a llorar. Partir de un recuerdo equivale a partir del fin, los recuerdos se construyen para el último día aunque nos engañe su gen de pasado. En realidad, no nos movimos. Me invitaste a un Lucky [frase entre tus dedos], y en esa cinética apariencia encontramos el exceso, la belleza para alcanzar lo que al llegar al fin nos convirtió en algo más que una frase para el fin, algo más que una ecografía de riñón, que un isótopo, un punto de luz que no desapareció porque nunca partió. El camino infinito de verdad más corto.[/ezcol_2third_end]
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en aquel hotel de Capri te vi como realmente eras: sagrada, violenta, promiscua, dulce, ingenua, en resumen A. H. frente a Tiffany’s desayunando resaca con diamantes. Pero diga lo que diga Oriente, el mal existe, se da en cierta forma de cohabitar contrarios. Nos hicimos una foto desnudos en el espejo, que por alguna ley física no salió. Exceso de perfección, capilaridad. Se anulan los símbolos, se descomponen los cuerpos, paradoja que invalida y funda el miedo. Estabas tan entera con aquellas botas de punta; tan propiamente distante en la Casa Malaparte. Hiciste muchas fotos al letrero Circunvesubiana, cinturón de ferrocarril que rodeaba al Vesubio, su rumor humeaba: bestia cansada que circunvalamos también en silencio aquel último martes en otra ciudad lejana sin centro ni criterio.[/ezcol_2third] [ezcol_1third_end][/ezcol_1third_end]
Sin embargo, no se sabe aún
si las fusiones de galaxias y agujeros negros
son propias de una etapa concreta
de la evolución del universo.
Puede que fueran más abundantes
en el pasado, pero la propia Vía Láctea se unirá
a la de Andrómeda dentro de unos pocos
miles de años.
Y será un proceso desigual.
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