isabel bono:

 

una casa en bleturge:

 

cuando nada conspira

 

 

      cuando nada conspira

 

 

Lo que queda de algo que leímos y olvidamos.

La manera en que se queda. La manera en que

vuelve. Desordenándolo todo.

 

La luz irreal a través de los cristales tintados

del tren de cercanías otorgándole nostalgia al

paisaje. La luz irreal de un día nublado y dorado

a la vez a través de la ventana de socorro. Todas

esas casas color mantequilla, la lluvia limpiándolas

y ensuciándolas por igual. Cerrar los ojos, ver

que asoman araucarias, un ciprés, una palmera.

 

Preguntarse si los muertos llevan zapatos y, si los

llevan, ¿para qué?

 

La cara de hastío de la dependienta por las continuas

y necias preguntas de una mujer que finalmente no

compra nada.

 

Los ojos ausentes de un niño que mastica.

 

Sostener una taza vacía, aún caliente, entre las manos.

Sentir por una milésima de segundo que si se rompiera

esa taza sería peor que el fin del mundo. Saber que es

mentira.

 

Mirar la tele sin volumen, intentar saber de qué están

hablando por el movimiento de los labios.

 

Después de pasar unas horas quietos y en silencio,

saber que existimos porque, al respirar un poco más

fuerte de lo normal, un papel sobre la mesa se ha movido.

 

En mitad de un paso de cebra desear volver sobre los

propios pasos y emprender otro camino. Hacia atrás,

hacia dentro, hacia la nada.

 

 

 

 

 

 

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