–
–
–
–
Karlie va por el run como una moto que llevara el rojo viento incorporado y el sonido
de la velocidad contra las velas extendidas y el color del fuego llameando desde su cintura
y una sangre abierta del tamaño de la nieve.
Karlie sujeta con elegancia las riendas de la falda sangrienta con la mano derecha, con algo
de gesto torero, tal vez flameando ante nosotros la muleta para que salgamos a los medios
o para que nos igualemos de cuartos para la suerte suprema.
Está hermosa de garbo y de juego de cintura y de muslo marcado contra la falda desde la rodilla
y de portadora de fuegos y vientos y rojos y sangres y muletas, sosteniendo nuestra mirada con
su mirada para mantener la fascinación de la hipnosis.
Está hermosa de hombro desnudo por la asimetría gladiadora que representa; está hermosa de
pelo recogido y pegado al cráneo para la acción, dejando las orejas en un vuelo corto y parejo,
simétrico de alas y bonito de mariposas.
Tal vez nos esté ayudando a olvidarnos de pensar, quizá nos recuerde que la sangre tiene un
sabor que puede gustarnos. Cuando Karlie pase y vuelva y regrese al parking, dejará un intenso
olor a viento quemado, a pólvora y a ceniza y a roja gasolina.
–
–
–
–
–
–
–
–
Master: aunque queda en la mismísima esquina un pequeño parche blanco,
creo que la ganancia es neta: todo el espacio libre: a uno le da la sensación de
estar cabalgando por las estepas rusas de miguel strogoff, aunque lo cierto es que
nunca me identifiqué con el tipo. El mío era -es- sandokán, naturalmente, el tigre
de la malasia, con una novia muy cursi que se llamaba mariana: nunca entendí que podía
verle a aquella pedorra: creo que por eso lo abandoné pronto.
Gracias por mantener el blog, nuestra pequeña -pero primera- casa, en la zona estética
alta.
Un abarzo
narcisodAA
Mmm, Sandokan, qué tardes aquellas que duraban 24 horas.
Me alegro de que le guste, lo cierto es que da mucho margen a la hora de trabajar
con los textos. Digamos que lo único que le falta al blog es una mejor navegación
por sus adentros. Un índice de poetas, creo.
abrazo
Ángel