Roberto Plural, en exclusiva para Verseando, lee el mismo texto que recitó tal día como hoy,

pero hace ya 50 años, Trebor Pernath, en el estadio de Maracaná

(grabación original que también reproducimos, pidiendo disculpas por su lógica mala calidad):

 

[audio:balcokey.mp3]

Roberto Plural

[audio:balcokeymac.mp3]

Trebor Pernath

 

Asómate a estos balconcillos, aunque no seas el padre de los geranios que los habitan, aunque

no seas el padre de las palomas que los visitan.

Aunque no seas el padre de la jirafilla.

Asómate al balconcillo desde el que se ve cómo los miserables de melody spring devoran la preciosa

tórtola de butch butchanam.

No es necesario subir a los balconcillos para conocer a los viejos tontos de larkin: como nosotros,

quieren ver, entender algo, y se pasan el día de balcón en balcón, asomándose siempre demasiado,

peligrosamente, ay, quién nos defenderá de tanta belleza.

Cómo chirrían los trapecios. Y la dama silenciosa pasa, pasa decapitando los tulipanes sin detenerse.

Sí, los balconcillos vienen a ser la puta mesa junto a la única ventana del bar atestado que franky,

el camarero, nos proporciona aunque no seamos el (orgulloso) padre de la jirafilla, ni siquiera el padre

de los geranios ni de las torcaces: nos basta con amalarle el noema para que se le agolpe el clémiso y,

servicial, nos lleve a la mejor mesa, en el mismo límite de las gunfias.

Nos dicen que los muertos no necesitan aspirinas o cigarrillos, pero quizá necesiten lluvia o

un lugar para arder.

Sabemos poco, sabemos tan poco: en una oveja solitaria, ¿cómo se llama la tristeza?; la muerte,

¿será de no ser o de sustancias peligrosas?

Asómate a los balconcillos, si quieres. O no te asomes: no estoy aquí para convencerte de nada.

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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