–
–
–
–
usted no comprende
–
–
Si usted no esperaba visitas esta noche
y sin embargo suena el timbre
se sentirá vagamente culpable. Y así es:
la policía detrás de la puerta como un síncope.
Veamos. Usted no ha matado a nadie, supongo,
saqueado un banco, falsificado moneda, ni siquiera
cultivó iluminadas mentiras.
Usted se ha portado bien
incluso a solas con su propio cerebro.
Pero de todos modos ahí está la policía
para saber a fondo quién es quién en este mundo
y usted se pregunta en qué época cayó
que no lo dejan a uno terminar la sopa
o un escándalo personal debajo de la frente.
Lo que pasa es que usted se ha descuidado.
Usted ha ignorado el límite de su inocencia.
¿Le parece poco? ¿Acaso no ve
qué agitados andan los periodistas en estos días?
Así que ahora debe abrir la puerta
y encontrar un final con los documentos en la mano.
A mí me ocurrió una vez,
cuando la pandilla de hierro aulló en el corredor con razones propias.
Así que resulté culpable en medio de un círculo de revólveres
como ahondado en la concavidad de una vergüenza.
Y cuando me soltaron quedé con un odio tan espeso
que no pude restaurar un orden dentro de mi cabeza
pero sí intoxicar la historia contemporánea
con sólo permanecer en mi agujero.
Aunque pensándolo bien
alguien se equivocó esa noche para que yo esté vivo.
–
–
–
–
–
–
–
Joaquín O. Giannuzzi
de Cabeza final
2/ demandas de la existencia
–
–
–
–
–
–
–
0 comentarios