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 sam torrance

 

Sam Torrance pertenece, naturalmente, a la gran familia de los desesperados.

La mirada de su ojo izquierdo conecta directamente con la irrealidad: porque ese ojo, esa mirada,

ya no son suyos: son de otro, del otro que lo altera, que lo enajena.

Nos viene a dar lo mismo si la iniciativa de compartirse con otro provino del otro o si, más bien,

fue el propio Sam quien lo buscó. 

Naturalmente, tampoco nos importan los motivos por los que el bueno de Sam decidió compartir

su persona, su ser humano, con otro: se trata de un asunto íntimo, exclusivamente suyo, y no hay

más qué hablar.

Conviene que aclaremos que cuando hablamos de otro, de que Sam se comparte con otro, no es

un otro / otro: por decirlo de alguna manera: no es un otro de verdad, sino que es un otro de Sam.

Es decir: tanto Sam como el otro son de Sam, son Sam, pero -aquí radica el asunto- de distinto Sam.

El otro quiere, prefiere a un Sam que todavía no existe y que le parece mucho mejor que el actual

Sam.

Si el otro se quedara solo con el bueno de Sam, inmediatamente pondría a funcionar a su Sam, al

que prefiere: de este Sam, el otro dice que es sólo una pérdida de tiempo, un inútil.

Creo que será suficiente con estas breves aclaraciones. 

Recordemos, entonces, que Sam es Sam y el otro Sam e intentemos verlo como uno.

 

Sin duda hace falta talento para frivolizar sin frivolidad. No es que Sam Torrance tenga doble

personalidad ni ninguna de esas estupideces.

Se trata, simplemente, de que Sam es y no es él mismo: como nos pasa a (casi) todos, en efecto.

Así, puede ser un hombre realmente encantador y, sin dejar de ser él mismo, su encanto puede ser,

en cambio, el del ácido clorhídrico.

Tiene el oficio de vendedor y, como todos los grandes vendedores, sabe que una parte del secreto

consiste en venderse a sí mismo.

¿Desesperado, estorbado, enajenado, mentalmente divergente? Bien: sólo queremos dejar constancia

de que Sam no es un simple robot infeliz que sonríe con todos los rasgos de su cara, sino que tiene

su misterio.

Él suele decirse, sorprendido, que es increíble lo que se puede hacer cuando no tienes que mirarte

más en el espejo.

Sam está y no está: pero está y no está al mismo tiempo. Tiene, por decirlo así, un extra de energía,

de existencia. Sabe hacer cosas que no le han enseñado. Algunos sucesos se detienen para dejarlo

pasar: eso es todo, eso es todo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© fotografía de Lee Jeffries


 

 

 

 

 

 

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