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el cielo:

 

historia de una camarera:

 

la noche de verano

 

 

 

el cielo

 

2000

 

 

 

la noche de verano

 

 

 

 

Cómo he cambiado en estos últimos años,

qué feliz soy por haber cambiado tanto,

cómo me gustan todas las grandes ciudades de la tierra,

qué poco me importa que todo muera,

qué poco me importa que agonicen las estrellas,

cómo me acuerdo de quién fui y qué contento estoy

de saber cómo era entonces y de qué manera amé

y viví, cómo me gusta que me besen las mujeres hermosas,

que toquen mi cuerpo con libertad como yo toco cl suyo,

cómo me alegro de haber leído a Catulo a los catorce,

a Rubén Darío a los dieciséis, qué bonitas son las playas

en las que dormí de joven, qué dulce era aquella adolescente

que besé por primera vez, todo irá al reino de Dios

y allí gozaré de nuevo, y si no fuese así, qué poco

puede importarme, porque la vida al fin era eso,

la vida era un secreto, una gran alegría, la vida misma era

más de lo que pensamos es la vida, mucho más,

pero había que darse cuenta, habla que saberlo muy bien.

Era demasiado grande y lo sigue siendo, demasiado perfecta

es la vida, un dinero incalculable, grandes fincas, grandes

posesiones en América, en Asia, en París, en Roma y en Berlín,

pisos nuevos y pisos viejos en el centro, rehabilitados,

joyas, cuadros, automóviles de museo, caballos,

casas y castillos en todas partes, fortuna tras fortuna

amasadas a lo largo de la historia, duele que la vida sea

tan formidable, duele que la vida sea tan inteligente.

La vida entera es nuestro hospital, la palabra perdida.

Así yo gozo del sueño, de la comida y del viento,

del viaje y de la playa, del árbol, de la navaja

que hundiré en mi corazón, de las calles,

de los mendigos, de las azoteas donde revolotea

la ropa tendida, de los fuegos artificiales

de la fiesta de un pueblo de mala muerte,

de un río que no cubre sino hasta los tobillos

y tienes que luchar con las piedras para poder gozar

del baño, de una furgoneta abandonada en mitad de un camino

con todas las ruedas pinchadas y los cristales rotos,

y dentro de ella me gustaría hacer el amor conmigo mismo.

Adoro mi pasado, adoro lo que fui,

sé plenamente lo que fui,

conocimiento de causa tengo de lo que fui y lo adoro,

y adoro lo que seré mañana

y me adoraré eternamente,

mientras sea posible que un hombre adore la vida tan adorable.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

manuel vilas
poesía completa
1980-2018

volumen MLIX de la colección Visor de Poesía
2ª edición, enero 2019
3ª edición, noviembre 2019

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madrid

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