manuel vilas:

 

gran vilas:

 

capítulo I – exaltación:

 

solos ante el peligro

 

2012

 

solos ante el peligro

 

 

La nada de los perros es igual a la nada de los hombres.

 

Aquí me tienes de nuevo, a tu lado, como siempre.
Alégrate, alégrate porque he vuelto no más de cinco minutos.

 

Todos los días, los grandes días —lo sé te acuerdas de mí.

 

Me ves en la cocina de tu casa mirándote a los ojos,
mientras te bebes un café.

 

Te gustaba tanto contemplarme:
en los parques, en las playas,
en las calles de las ciudades españolas.

 

Nadaba en los lagos de montaña
al lado de los árboles y sacaba
piedras húmedas de los ríos
con mi boca enaltecida por el sol.

 

El sol era nuestro hermano.
El sol era nuestro imperio, nuestro imperial hermano,
se dejaba besar, lo besábamos nosotros a él,
aunque ardíamos, si, ardíamos sin notar las llamas,
pues qué nos importaba arder a nosotros
si éramos amor, porque el amor nos quiso mucho,
acuérdate.

 

Nadamos juntos en los altos ríos de las montañas de Huesca,
en el mes de mayo, cuando el frío aún es aterrador.
En medio del agua de los santos deshielos,
solos ante el peligro.
Los muertos venían a hablar con nosotros, viejos
muertos de las montañas de Huesca, afables y atormentados,
dulces y ensombrecidos, pero siempre enamorados.

 

Tú contemplabas cómo se deshacía la nieve en las alturas.
Oíamos el cántico de las alturas.
Sí, lo oíamos.

 

Estábamos hechos el uno para el otro,
y aún te quiero.
Te quiero mucho porque nadie te quiere ya
como tú quieres que te quieran.

 

La nada de los perros es igual a la nada de los hombres,
un rigor primitivo, antes del mundo,
que iguala la desaparición de la carne.
El célebre adiós de la carne.

 

Me llenabas de caprichos,
acabábamos comiendo lo mismo.
Me comprabas salchichas alemanas.
Me comprabas galletas danesas.
Me comprabas pollo pequinés con salsa de almendras.
Me comprabas mortadela de Bolonia.

 

Y me llevabas a hoteles de lujo que aceptaban mascotas.
Y nos tumbábamos en la misma cama.
Y escuchábamos juntos a Johnny Cash.
Y pensábamos las mismas cosas.

 

Y me alquilabas una hamaca en las playas,
durante los veranos legendarios.

 

Nunca volveremos a estar juntos.
Nunca, entonces, estuvimos juntos.

 

No volveré.
No te querré ya más.
No te veré morir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

manuel vilas
poesía completa
1980-2018

volumen MLIX de la colección Visor de Poesía
2ª edición, enero 2019
3ª edición, noviembre 2019

visor libros
madrid

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