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muchacha con los brazos cruzados
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La muchacha de los brazos más o menos cruzados, entrecruzados o sobrecruzados, pero en todo caso
completamente desiguales de longitud, parece estorbada o extravagante: está sufriendo la pasión del pintor
por el rojo aguado, rebajado y por el verde mohoso; y también sufre la manera del pintor de desnudar a sus
modelos, que es más bien un despojamiento, una carne viva, ay, porque más que desvestida parece despellejada.
Y no tiene los imanes suaves del atractivo, ni los magnetos de la sensualidad: solamente unos genitales postizos,
que lleva anatómicamente entre las piernas, como un ovillo de pelo feo.
Es una muchacha intrincada, complicada, alargada, lineal, difícil, extraña, artificiosa: no hay por dónde cogerla.
Está situada en el espacio espacial con una perspectiva infinita pero caída, con el alma mecánica y el cuerpo fijo
y retorcido de piezas; con esa muñeca cuya mano suponemos oculta, pero que en realidad sospechamos devorada,
amputada a mordiscos, quizá como si se hubiera ido comiendo las uñas y, sin darse mucha cuenta, hubiese seguido
uñas arriba hasta dejarse sólo un redondeado y muñón rojo.
La muchacha parece descoyuntada de intimidad, mucho más allá del punto de no retorno, tal vez ya perdida para la
causa humana: irreal, precaria de equilibrios, despersonalizada y enajenada como si siempre, siempre hubiera sido otra.
Quizá busca la casita del autismo, desde la que puede acercarse a la realidad sin utilizar la mente ni el cerebro:
solamente lanzando al viento sus palomas azules y esperando, sin esperar, a que regresen.
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Narciso de Alfonso
Merodeos: el desnudo femenino en la pintura
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Egon Schiele (1890-1918)
Desnudo de muchacha con los brazos cruzados ante el pecho
Mädchenakt mit verschränkten Armen - 1910
Lápiz, acuarela y guache sobre papel 44,8 X 27,8 cm
Viena, Graphische Sammlung Albertina
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