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Hay momentos en que todo cansa, hasta lo que nos descansaría. Lo que nos

cansa porque nos cansa; lo que nos descansaría porque la idea de obtenerlo nos

cansa. Hay abatimientos del alma por debajo de toda la angustia y de todo el dolor;

creo que no los conocen sino los que se hurtan a las angustias y a los dolores

humanos, y tienen diplomacia consigo mismos para esquivarse al tedio propio.

Reduciéndose, así, a seres acorazados contra el mundo, no es de admirar que, en

determinado momento de su conciencia de sí mismos, les pese de repente la

coraza, y la vida sea para ellos una angustia al revés, un dolor perdido.

Me hallo en uno de esos momentos, y escribo estas líneas como quien quiere

al menos saber que vive. Todo el día, hasta ahora, he trabajado como un

adormilado, haciendo cuentas con los procedimientos del sueño, escribiendo a lo

largo de mi torpor. Todo el día me he sentido pesar sobre los ojos y contra las

sienes —sueño en los ojos, presión hacia fuera de las sienes, conciencia de todo

esto en el estómago, náusea y desaliento.

Vivir me parece un error metafísico de la materia, un descuido de la inacción.

No miro al día, para ver lo que tiene que me distraiga de mí, y, escribiéndolo yo

aquí en descripción, tape con palabras la jícara vacía de mi no quererme. No miro

al día, e ignoro con la espalda inclinada si es sol o falta de sol lo que hay ahí fuera,

en la calle subjetivamente triste, en la calle desierta por la que pasa el ruido de la

gente. Lo ignoro todo y me duele el pecho. He dejado de trabajar y no quiero

moverme de aquí. Estoy mirando al secante blanco sucio, que se extiende, pegado

a los lados sobre la gran edad del pupitre inclinado. Miro atentamente los rasgos de

absorción y distracción que están borrados en él. Varias veces mi asignatura al

revés y al envés. Algunos números acá y allá, así mismo. Unos dibujos de nada,

hechos por mi distracción. Miro a todo esto como un aldeano de secantes, con la

atención de quien mira novedades, con todo el cerebro inerte por detrás de los

centros cerebrales que producen la visión.

Tengo más sueño íntimo del que cabe en mí. Y no quiero nada, no prefiero

nada, no hay nada a donde huir.

12-6-1930

Fernando Pessoa

Del español:

Libro del desasosiego 163

Título original: Livro do Desassossego

© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984

© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Segunda edición

En el original portugués no existe esta entrada, lo

que puede deberse a la ordenación realizada del

Libro del desasosiego.


 

 

 

 

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