I

Yo invoco la cabeza más sagrada que exista debajo de la nieve.

Mi corazón azul canta purificado por el silencio.

II

Vándalo de pureza, hostígame. Si hablas, yo bajaré mis labios hasta el agua salvaje.

De aquella gruta donde abrasa la frescura, ha de surgir un rey sucio de profecías.

Oh corazón que ves en toda oscuridad, cuándo estaremos ciegos en luz, cuándo

hablarás, habitante del fuego.

III

Un perro milagroso come en mi corazón. Ceremonia salvaje: mi dolor se incorpora al perro

enamorado.

IV

En la cavidad que sabes, suena una voz. Lengua fría, tú, que silbas en la noche, metal

vivo de palabras, dime, loco ruiseñor del invierno, dime, tú, que quizá participas de una

materia luminosa, a quién anuncias ya además de a la muerte.

V

Anticanto de amor, quién te beberá, quién pondrá la boca en esta espuma prohibida.

Quién, qué dios, qué enloquecidas alas podrán venir, amar aquí. Donde no hay nada…

 

 

 

 

 

 

 

.

Antonio Gamoneda

Incandescencia y ruinas

De Sublevación inmóvil

Adonais, Ediciones Rialp

Madrid, 1960

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir