césar vallejo: ¿y bien? ¿te sana el metaloide pálido?
vense tus sufrimientos a caballo,
pasa el órgano bueno, el de tres asas
vense tus sufrimientos a caballo,
pasa el órgano bueno, el de tres asas
me moriré en París —y no me corro—
talvez un jueves, como es hoy, de otoño
los lugares no siempre están situados donde los hemos visto,
sino que ellos saben andar y burlarse de nuestros ojos.
a qué hora, pues,
vendrán con mi retrato?
tenemos en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro
bendición al que mira
aire en el aire
te partes y me dejas, sin tu emoción ambigua,
sin tu nudo de sueños, domingo
traza de haber tenido
por las narices
a dos badajos inacordes de tiempo
en una misma campana
piano oscuro ¿a quién atisbas
con tu sordera que me oye,
con tu mudez que me asorda?
césar vallejo
pero antes que se acabe
Pero antes que se acabe
toda esta dicha, piérdela atajándola,
tómale la medida, por si rebasa tu ademán; rebásala,
ve si cabe tendida en tu extensión.
césar vallejo
panteón
He visto ayer sonidos generales,
mortuoriamente,
puntualmente alejarse,
cuando oí desprenderse del ocaso
tristemente,
exactamente un arco, un arcoíris.
césar vallejo
me viene, hay días, una gana ubérrima, política
Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
césar vallejo
entre el dolor y el placer
Entre el dolor y el placer median tres criaturas,
de las cuales la una mira a un muro,
la segunda usa de ánimo triste
y la tercera avanza de puntillas
césar vallejo: poemas en prosa
lomo de las sagradas escrituras
Sin haberlo advertido jamás, exceso por turismo
y sin agencias
de pecho en pecho hacia la madre unánime.
Hasta París ahora vengo a ser hijo
césar vallejo
XII
Masa
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tánto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
césar vallejo
nómina de huesos
Se pedía a grandes voces:
—Que muestre las dos manos a la vez.
Y esto no fue posible.
—Que, mientras llora, le tomen la medida de sus pasos.
césar vallejo: trilce
XLIX
Murmurando en inquietud, cruzo,
el traje largo de sentir, los lunes
de la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
césar vallejo: trilce
XLV
Me desvinculo del mar
cuando vienen las aguas a mí.
Salgamos siempre. Saboreemos
la canción estupenda, la canción dicha
césar vallejo: trilce
XXI
En un auto arteriado de círculos viciosos,
torna diciembre qué cambiado,
con su oro en desgracia. Quién le viera:
césar vallejo
espergesia
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
césar vallejo
el buen sentido
—Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París.
Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.
Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque
empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.
césar vallejo
los heraldos negros
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
césar vallejo
viniere el malo, con un trono al hombro
Viniere el malo, con un trono al hombro,
y el bueno, a acompañar al malo a andar,
dijeren «sí» el sermón, «no» la plegaria
y cortare el camino en dos la roca…
césar vallejo
panteón
He visto ayer sonidos generales,
mortuoriamente,
puntualmente alejarse,
cuando oí desprenderse del ocaso
césar vallejo
hasta el día en que vuelva
Hasta el día en que vuelva, de esta piedra
nacerá mi talón definitivo,
con su juego de crímenes, su yedra,
su obstinación dramática, su olivo.
césar vallejo
acaba de pasar el que vendrá
Acaba de pasar el que vendrá
proscrito, a sentarse en mi triple desarrollo;
acaba de pasar criminalmente.
Acaba de sentarse más acá,
césar vallejo
la violencia de las horas
Todos han muerto.
Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.
Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las
mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: «Buenos días, José!
Buenos días, María!»
césar vallejo
esto
Esto
sucedió entre dos párpados; temblé
en mi vaina, colérico, alcalino,
parado junto al lúbrico equinoccio,
al pie del frío incendio en que me acabo.
césar vallejo
guitarra
El placer de sufrir, de odiar, me tiñe
la garganta con plásticos venenos,
mas la cerda que implanta su orden mágico,
su grandeza taurina, entre la prima
césar vallejo
piedra negra sobre una piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
talvez un jueves, como es hoy, de otoño.
césar vallejo
traspié entre dos estrellas
¡Hay gentes tan desgraciadas, que ni siquiera
tienen cuerpo; cuantitativo el pelo,
baja, en pulgadas, la genial pesadumbre;
el modo, arriba;
césar vallejo: trilce
XLIV
Este piano viaja para adentro,
viaja a saltos alegres.
Luego medita en ferrado reposo,
clavado con diez horizontes.
césar vallejo
tengo un miedo terrible
Tengo un miedo terrible de ser un animal
de blanca nieve, que sostuvo padre
y madre, con su sola circulación venosa,
y que, este día espléndido, solar y arzobispal,
‘no se entiende, mamá’
césar vallejo
la cólera que quiebra al hombre en niños
La cólera que quiebra al hombre en niños,
que quiebra al niño en pájaros iguales,
y al pájaro, después, en huevecillos;
la cólera del pobre
‘poemas que no se entienden
(con la cabeza de entender)’
césar vallejo
piensan los viejos asnos
Ahora vestiríame
de músico por verle,
chocaría con su alma, sobándole el destino con mi mano,
le dejaría tranquilo, ya que es un alma a pausas,
dos niños anhelantes
No. No tienen tamaño sus tobillos; no es su espuela
suavísima, que da en las dos mejillas.
Es la vida no más, de bata y yugo
‘esto es poesía, mamá’
altura y pelos
¿Quién no tiene su vestido azul?
¿Quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡Yo que tan sólo he nacido!
no vive ya nadie
—No vive ya nadie en la casa —me dices—; todos se han ido. La sala,
el dormitorio, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues que
todos han partido.
He aquí que hoy saludo, me pongo el cuello y vivo,
superficial de pasos insondable de plantas.
Tal me recibo de hombre, tal más bien me despido
por último, sin ese buen aroma sucesivo
Por último, sin ese buen aroma sucesivo,
sin él,
sin su cuociente melancólico,
cierra su manto mi ventaja suave,
Poema para ser leído y cantado
Sé que hay una persona
que me busca en su mano, día y noche,
encontrándome, a cada minuto, en su calzado.
¿Ignora que la noche está enterrada
de puro calor tengo frío
De puro calor tengo frío,
hermana Envidia !
Lamen mi sombra leones
y el ratón me muerde el nombre,
Un hombre pasa con un pan al hombro
Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?
Ello es que el lugar donde me pongo
Ello es que el lugar donde me pongo
el pantalón, es una casa donde
me quito la camisa en alta voz
y donde tengo un suelo, un alma,
un mapa de mi España
Los nueve monstruos
I, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
Los desgraciados
Ya va a venir el día; da
cuerda a tu brazo, búscate debajo
del colchón, vuelve a pararte
en tu cabeza, para andar derecho.
Marcha nupcial
A la cabeza de mis propios actos,
corona en mano, batallón de dioses,
el signo negativo al cuello, atroces
el fósforo y la prisa, estupefactos
El buen sentido
—Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París.
Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.
Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar,
Epístola a los transeúntes
Reanudo mi día de conejo
mi noche de elefante en descanso.
Y, entre mí, digo:
ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros
Oye a tu masa, a tu cometa
Oye a tu masa, a tu cometa, escúchalos; no gimas
de memoria, gravísimo cetáceo;
oye a la túnica en que estás dormido,
oye a tu desnudez, dueña del sueño.
Sermón sobre la muerte
Y, en fin, pasando luego al dominio de la muerte,
que actúa en escuadrón, previo corchete,
párrafo y llave, mano grande y diéresis,
¿a qué el pupitre asirio? ¿a qué el cristiano púlpito,
París, octubre 1936
De todo esto yo soy el único que parte.
De este banco me voy, de mis calzones,
de mi gran situación, de mis acciones,
de mi número hendido parte a parte,
Voy a hablar de la esperanza
Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora
como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no
sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy
sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este
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