federico garcía lorca: pequeño vals vienés: audio de tomás galindo
de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar
federico garcía lorca: romancero gitano: romance del emplazado
donde mi cuerpo sin venas
consulta naipes helados
federico garcía lorca: panorama ciego de nueva york
No hay dolor en la voz.
Sólo existen los dientes, pero dientes que
callarán aislados por el raso negro.
con todo lo que tiene cansancio sordomudo
federico garcía lorca
vuelta de paseo
Asesinado por el cielo,
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos
siete gritos, siete sangres, siete adormideras dobles
federico garcía lorca
muerto de amor
¿Qué es aquello que reluce
por los altos corredores?
Cierra la puerta, hijo mío,
acaban de dar las once
nadie comprendía el perfume de la oscura magnolia de tu vientre
federico garcía lorca
gacela del amor imprevisto
Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.
pero no me enseñes tu limpio desnudo
federico garcía lorca
gacela de la terrible presencia
Yo quiero que el agua se quede sin cauce.
Yo quiero que el viento se quede sin valles.
Quiero que la noche se quede sin ojos
y mi corazón sin la flor del oro.
los grillos cantan bajo las flores
federico garcía lorca
canción china en europa
La señorita
del abanico,
va por el puente
del fresco río.
lorca: conferencias: imaginación, inspiración, evasión
federico garcía lorca
Conferencias
Imaginación, Inspiración, Evasión
I
O sea, los tres grados, las tres etapas que busca
y recorre toda la obra de arte verdadera, toda la
historia literaria, en su rueda de finar para volver
a empezar y todo poeta consciente
como recién salidas de un naufragio de sangre
federico garcía lorca
la aurora
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
donde mi cuerpo sin venas consulta naipes helados
federico garcía lorca
romance del emplazado
Para Emilio Aladrén
¡Mi soledad sin descanso!
Ojos chicos de mi cuerpo
y grandes de mi caballo,
no se cierran por la noche
los muertos odian el número dos
pequeño poema infinito
Para Luis Cardoza y Aragón
Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
se adorna con un jazmín sinvergüenza
canción del mariquita
El mariquita se peina
en su peinador de seda.
Los vecinos se sonríen
en sus ventanas postreras.
por las turbias cloacas de la oscuridad
gacela del amor desesperado
La noche no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.
Pero yo iré
¡ay! ¡ay! cómo están llorando!
El lagarto está llorando
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
te quiero, te quiero, te quiero
Pequeño vals vienés
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
casida de la mujer tendida
Casida de la mujer tendida
Verte desnuda es recordar la Tierra.
La Tierra lisa, limpia de caballos.
La Tierra sin un junco, forma pura
cerrada al porvenir: confín de plata.
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas
Intermedio
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.
vino el alba sin mancha con mil caras de vaca
Casida de la muchacha dorada
La muchacha dorada
se bañaba en el agua
y el agua se doraba.
Las algas y las ramas
verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata
Romance sonámbulo
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar y el caballo en la montaña.
déjame, no pises mi blancor almidonado
Romance de la luna, luna
a Conchita García Lorca
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira
te quiero, te quiero, te quiero
Pequeño vals vienés
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
duerme, con la barba hacia el polo y las manos abiertas
Oda a Walt Whitman
Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
ya se pueden comer la vaca
Vaca
A Luis Lacasa
Se tendió la vaca herida;
Árboles y arroyos trepaban por sus cuernos.
Su hocico sangraba en el cielo.
