Del sol a la sombra y sin azulejos, esta hermosísima mujer se ha sentado en el suelo de tierra y,

como una cabra, mastica una ramita vegetal mientras nos mira con declarado aire de superioridad.

Si la humilde sombra aguanta su belleza sin estallar en pedazos, tal vez nosotros también seremos

capaces de hacerlo.

El sol la va buscando luz a luz bajo los arcos. En el vestido lleva la espuma, el dibujo, la trama de

la espuma cuando se extiende como una red sobre la arena de la playa, cuando se expande como

un encaje antes de disolverse en burbujas.

Con pulseras como salvavidas y con los muslos de piel dorada y hechos de sustancias puras, lineales

entre el sol y la sombra, largos entre la lumbre y el frío, Toni destella de dientes mientras los dientes

del sol la buscan como un perro parado al borde de una piedra, doloridamente, y olfatea sus dulces

excrementos y duda.

Toni está hermosa en el tiempo, en la tarde a dos luces, bajo la curva del arco, sentada en el suelo,

comiendo hierba, irreversible, casi eterna.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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