Hania

¿Lo ven?, ésta es Hania, una buena sirvienta.

Y esto no son sartenes sino aureolas.

Y este caballero con dragón es una imagen santa.

Y este dragón es algo inútil en este valle de lágrimas.

Y esto no son corales, es el rosario de Hania.

Y esto unos zapatos con la punta gastada de tanto arrodillarse.

Y esto su mantón negro como una noche en vela,

cuando en la torre de la iglesia suena la primera campana.

Ella vio al diablo mientras sacudía el espejo:

era azul, señor cura, con rayas amarillas,

y miraba tan feo y torcía la boca,

¿y qué va a pasar si me anotó en su cuaderno?

Así es que da a la congregación y da en la santa misa

y compra un corazoncito con una llama de plata.

Desde que empezaron a construir la nueva casa del cura

todos los diablos saltaron a la sombra.

Grande es el esfuerzo de alejar de la tentación el alma,

y ya la vejez se acerca y los huesos golpean uno con otro.

Hania está tan flaca y tanto nada tiene

que se pierde en lo inmenso del Ojo de la Aguja.

Mayo, devuelve los colores, sé como un sermón de diciembre.

Rama llena de hojas, tendrías que avergonzarte.

Sol, arrepiéntete de brillar. Flagélense nubes.

Primavera, envuélvete de nieve y florecerás en el cíelo.

Nunca oí su risa, nunca oí su canto.

Educada en la humildad, nada quiere de la vida.

La acompaña en su camino una sombra —luto del cuerpo—,

y su mantón raído le ladra al viento.

Wislawa Szymborska

Poesía no completa

Llamando al Yeti, 1957

Edición y traducción de 

Gerardo Beltrán, Abel A. Murcia

2ª edición

FCE, México, 2008


 

 

 

 

 

 

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