yo tenía, por tener, un cañoncito que era un pocholo, un grande de españa,
aunque fuera más bien pequeño de alma pero con unas ruedas enormes,
de la guerra de la independencia de Agustina Raimunda María Saragossa
Doménech, llamada Agustina de Aragón, que nació en Barcelona por hermosa
paradoja.
y yo era el artillero de mi cañoncito, eso es, el cañonero que en cualquier
momento podía proceder a cargarlo como dios manda, apuntar y disparar
contra el objetivo, que no era el mío, desde luego, sino el motivo bélico
por el que se fabricó en serie, cuando entonces, el cañoncito pocholo.
era el modelo preferido por el mismísimo Napoleón, un psicópata célebre
y especialmente sanguinario cuyo nombre y fechorías pueden encontrarse en
cualquier Manual de Historia Moderna. Un cañoncito que era una pieza de 4 libras
y 85mm de calibre que, en campaña, en la guerra de matar, necesitaba una
escuadra de seis artilleros.
bendita sea la Historia y la Paz del Mundo, llena de psicópatas célebres como
Napoleón y de cañoncitos mortíferos como el que yo tenía, por tener, cuando
entonces, y que acabé fundiendo para fabricar, con su metal sonoro, una campana
y su badajo, para que tocara a maitines en la batalla de Montecassino.
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