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que me alquilen por fin esa tumba

 

V

 

Que me alquilen por fin esa tumba,

blanqueada a la cal con las líneas del cemento en

relieve – muy lejos bajo tierra.

Me acodo en la mesa, la lámpara ilumina vivamente

estos periódicos que, idiota de mí,

releo, estos libros sin interés.

 

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ni siquiera soy poeta: veo

 

La espantosa realidad de las cosas

 

La espantosa realidad de las cosas

es mi diario descubrimiento.

Cada cosa es lo que es,

y es difícil explicarle a nadie cómo me alegra esto,

 

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es el asaz rostro del amor a sí mismo

 

Este poema, recientemente rescatado, fue enviado por mi a mi madre,
en el otoño de 1923,

acompañado de una carta, en parte como sigue:

 

 » Querida madre: Aquí tienes un poema, para colocar junto a unos cuantos

                 de mi incomprensible último trabajo. Creo que este te gustará. Parecen

                 el tipo de cosas, que voy a hacer.

 

 

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y deja suelto el viento en las llanuras

 

Día de otoño

 

Señor: es tiempo. Enorme fue el verano.

Pon ya sobre el reloj de sol tu sombra

y deja suelto el viento en las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos;
                       ‘esto es poesía, mamá’

 

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cantan los caballos

 

A veces, los caballos se reúnen allá.

 

Las lechuzas con sus sobretodos oscuros, sus lentes muy fuertes,

sus campanillas extrañas convocan a los hongos blancos como hueso,

como huevos. A veces tenemos hambre y no hay un animalillo que degollar.

 

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un cuarto donde la noche no pase

 

Tiempo, yo te odio

 

Tiempo, yo te odio. Aunque sin ti no existiera.

Y por tu pasar moriré aunque por tu pasar nací.

Como San Francisco de Borja yo quiero ahora

amar a alguien a quien no toque el tiempo

 

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