merodeando a Andrea y Andrés
Podemos ver a Andrea y Andrés en el cine. Muy atentos a lo que sale de esa boca mental
que sangra desde la lejanía de su existencia. Todavía no han dado ni un sorbo a sus cervezas.
Lo que nos dice que el tema en cuestión, es de un interés vital para ellos.
Esa boca sangra en azul mientras su glándula endocrínica es golpeada. Florece
como un corte. La han agraviado todo el año durante tediosas noches. Solo brutos
codazos en ellas y cajas delicadas de pañuelos gritando ¡llorona, llorona, estúpida!
Sus nervios están encendidos. Los nombra como instrumentos musicales. Donde
había silencio, tocan sin cesar los tambores, las cuerdas. Vosotros lo habéis hecho.
Es la obra de un puro genio. Cariño, el compositor acaba de penetrar en el fuego.
Un gato ve con sus pupilas moradas más allá de la luz. Pero no puede hablar.
Sin embargo, oír en la boca de un ciego la palabra “ojo”, es no encontrar peces
al romper la superficie por mucho que los busquen debajo de sus ojos.
Un hombre sin luz se muerde la lengua. Y se hace sangre. Andrea y Andrés lo saben.
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