clarice lispector

perdonando a dios

 

clarice lispector

 

Iba caminando por la avenida Copacabana

y miraba distraída los edificios, la franja del mar,

las personas

 

 

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se llamaba doña cándida raposa

 

Ruido de pasos

 

De El viacrucis del cuerpo, 1974

 

-Tenía ochenta y un años de edad. Se llamaba doña Cándida Raposa.

Esa señora tenía el deseo irreprimible de vivir.

El deseo se sustentaba cuando iba a pasar los días a una hacienda

 

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el huevo y la gallina

 

El huevo y la gallina

 

Por la mañana en la cocina, sobre la mesa, veo el huevo.

Miro el huevo con una sola mirada. Inmediatamente advierto

que no se puede estar viendo un huevo.

Ver un huevo no permanece nunca en el presente: apenas veo

un huevo y ya se vuelve haber visto un huevo hace tres milenios.

En el preciso instante de verse el huevo este, es el recuerdo de un huevo.

 

                ‘cuidado, es clarice:

                «digo lo que tengo que decir sin literatura»’

 

 

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no grita nunca su perfume

 

Violeta

 

La violeta es introvertida

y su introspección es profunda.

Dicen que se esconde por modestia. No es así.

 

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el amor es rojo. los celos son verdes. mis ojos son verdes

 

es allí adonde voy

 

Más allá de la oreja existe un sonido, en el extremo de la mirada un aspecto, en las puntas de los dedos un objeto:

es allí adonde voy. En la punta del lápiz el trazo.Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro

de alegría otra alegría, en la punta de la espada la magia: es allí adonde voy. En la punta del pie el salto.

Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí adonde voy.

 

 

 

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clarice lispector: los obedientes

 

Los obedientes

 

Se trata de una situación simple, un hecho para contar y olvidar.

Pero si alguien comete la imprudencia de detenerse un instante

más de lo que debe, un pie se hunde dentro y uno queda comprometido.

Desde ese instante en que también nosotros nos arriesgamos, ya no se

trata de un hecho para contar

 

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la felicidad siempre habría de ser clandestina

 

Felicidad clandestina

 

Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio pelirrojo.

Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía éramos planas.

Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos

 

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la falda siempre arreglada, el collar rojo brillante

 

Macacos

 

La primera vez que tuvimos en casa un mico fue cerca de Año Nuevo. Estábamos sin agua y sin sirvienta,

se hacía cola para la carne, el calor había estallado; y fue cuando, muda de perplejidad, vi entrar en casa

el regalo, ya comiendo un plátano, ya examinando todo con gran rapidez y una larga cola. Aunque parecía

 

 

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  1. El poeta nos cuenta dos asuntos cuya única conexión es, en apariencia, el dolor, el sufrimiento: el llanto de su…

  2. . Creo que se puede decir que el poeta habla de la herida poética y de la palabra de la…